La entrada del día de hoy no es una aportación cualquiera al blog. Es un memorando de emociones y reflexiones después de seguir atentamente lo ocurrido en España el 29 de octubre de 2024, cuando la casi tradicional "gota fría", o técnicamente denominada DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos), arrasó parte del centro y el litoral este del país.
Este artículo no pretende convencer a nadie, aunque sí que intentaré contrastar algunas informaciones aparecidas en diversos medios con las que creo que no se está aportando luz a lo sucedido.
El 29 de octubre de 2024, comenzó con una serie de alertas emitidas en los días previos por la AEMET (Agencia Estatal de METeorología), lanzadas desde su página web, donde se ponía el énfasis en una DANA que iba a azotar el centro y la zona mediterránea de España. Algunos medios de comunicación, como la sexta o televisión española, se habían hecho eco a lo largo de días anteriores de esta alerta, mostrando los avisos e incluso entrevistando a responsables de la propia agencia.
A media mañana, la lluvia comenzaba a hacer acto de aparición en determinadas zonas del interior, sobre todo en la provincia de Albacete, donde la contundencia de las descargas desataba las primeras alarmas sobre el terreno.
De hecho, el nombre de Letur, un pequeño pueblo castellano manchego, comenzaba a repetirse, primero en las redes sociales, después en el resto de medios oficiales.
Gracias a las nuevas tecnologías, que convierten a cualquier ciudadano en un reportero potencial, se empezaban a vislumbrar las consecuencias de las tremendas lluvias que portaba la DANA.
Mientras Letur se inunda, las lluvias comienzan a recrudecerse en casi toda la Comunidad Valenciana y la cercana Cuenca. A pesar de no tener apenas información, algunos nombres comienzan a destacar a lo largo de la tarde. Es el caso de la localidad conquense de Mira, donde hasta el entonces tranquilo río de los Ojos de Moya, acaba por llevarse a una vecina de la localidad e inundando toda la zona. Al igual que en Letur, el curso del agua atravesaba el centro del pueblo, dejando sus zonas más bajas completamente arrasadas.
Como era de esperar, estos ríos furibundos comienzan a nutrir las cuencas fluviales situadas aguas abajo, y la "bola de nieve" comienza a crecer. A escasos kilómetros de Mira, es la localidad valenciana de Utiel la primera que recibe el impacto de la crecida, esta vez provocada por el río Magro, que debido al diluvio generado por la DANA, y al gran caudal de sus afluentes, ya está muy por encima de su capacidad.
Cabe destacar que en Utiel ya se alcanzaban datos de casi 175 litros por metro cuadrado en las horas cercanas al mediodía.
A mi entender, lo ocurrido en esta zona es clave por varios motivos, puesto que estas poblaciones, situadas en las cabeceras de los valles, debían haber sido supervisadas con más insistencia por parte de las autoridades, ya que una vez recibidas las precipitaciones, era seguro que el resto de los tramos fluviales de dichas cuencas iban a aumentar vertiginosamente. Por lo tanto, las alarmas debían de haber comenzado a saltar incluso antes del mediodía si se hubiera tenido la planificación correcta. Además, el volumen de población en situación de riesgo aumenta conforme nos acercamos a la desembocadura de los ríos, al tratarse de zonas densamente habitadas.
Comenzamos a tener sobre la mesa uno de los principales temas de polémica que ha traído esta DANA, y es que se siguen buscando responsabilidades ante las alertas o ausencia de estas, ya que hasta bien entrada la tarde ninguna institución decretó una alarma que probablemente hubiera cambiado las circunstancias del suceso. Quiero destacar que la Aemet (dependiente del gobierno central), no tiene potestad para emitir alarmas, sino alertas, que son meramente informativas. La responsabilidad de una alarma, que ya implica otras connotaciones mediáticas y prácticas, depende en exclusiva del servicio de emergencias, dependiente de la comunidad autónoma. Este tema procuraré ampliarlo una vez relatados los hechos de aquel 29 de octubre.
Siguiendo el cauce natural del río Magro, todas las poblaciones que son atravesadas por él quedaron inundadas, con los pertinentes daños materiales y personales. En este post, al igual que en la mayoría de medios, nos centraremos en las localidades con más población o relevancia, pero no podemos olvidar que muchas urbanizaciones y pequeños pueblos, corrieron la misma suerte que sus localidades vecinas más renombradas. Este detalle, aparentemente insignificante, supone un problema a la hora del reparto de ayuda inmediata y reconstrucción, ya que inicialmente se atiende a las localidades más conocidas. Esto se debe a que los medios de comunicación, al actuar como altavoz social, siempre van a beneficiar a quién aparezca en sus noticias, creando un injusto sistema de beneficio/popularidad.
Pero no todo lo que comienza a inundar estas zonas es agua. Desde las cabeceras, los tramos fluviales se expanden, inundando campos, polígonos industriales y viviendas, arrastrando consigo elementos naturales como cañas, arbustos, lodo y piedras, así como todo tipo de enseres y escombros. Lo más peligroso viene por parte de esos residuos industriales, así como algunas partes de vehículos, que se mezclan creando una peligrosa amalgama de sustancias sin identificar.
Transcurren los minutos, y las precipitaciones comienzan a afectar un punto clave cercano a Utiel: el embalse de Buseo, cercano a la localidad de Sot de Chera, que será clave más adelante.
Se calcula que más de 400 mm fueron los caídos en el entorno del pantano, construido a inicios del siglo XX. La magnitud de las lluvias fue tan elevada que se temió por la integridad de la presa. Para minimizar riesgos, las compuertas fueron abiertas, en un intento de aliviar la presión que el agua ejercía contra sus maltrechos muros. De hecho, en las revisiones posteriores a la DANA, se hallaron graves destrozos en la pared hormigonada de contención, por lo cual parece que la decisión fue acertada.
A pesar de no ser catalogado un gran embalse, la rotura de su dique hubiera ocasionado una tragedia de dimensiones colosales, ya que sus 8 Hm hubieran provocado una devastación incalculable, sumada a la que la propia DANA estaba creando.
Antes de llegar al río Turia, probablemente las aguas del Buseo habrían borrado del mapa la localidad de Sot de Chera, al igual que todas las situadas aguas abajo. De hecho, la Comunidad Valenciana ya sabe lo que es sufrir las consecuencias que provoca la rotura de una presa, ya que en 1982, lo hizo la del pantano de Tous, generando enormes daños en las poblaciones cercanas. El reventón de la estructura fue provocado por otra "gota fría" o DANA, y todo se hubiera evitado si hubieran logrado abrir sus compuertas para desembalsar, pero fallos técnicos en su construcción evitaron esta medida de emergencia, dando lugar al desastre.
A nivel nacional, España ha tenido también catástrofes similares, como la ocurrida en la tragedia de Ribadelago, que ya hemos tratado en este blog.
Como vemos, en caso de una repentina inundación, es mejor buscar el mal menor y desembalsar a marchas forzadas el agua acumulada, tratando de acompasar el ritmo de llenado al de vaciado.
A pesar de haber logrado salvar la presa, la ya mencionada localidad de Sot de Chera sufrió daños de importancia, y se registraron fallecidos, aunque contenidos si hablamos desde el punto de vista global de la tragedia.
Sobre las 5 de la tarde de ese 29 de octubre, otra infraestructura del mismo tipo sufría también las inclemencias meteorológicas: el pantano de Forata.
En este caso, las aguas del embalse nutren al ya mencionado río Magro, y al igual que la presa de Buseo, las compuertas tuvieron que abrirse apresuradamente al elevarse el nivel del agua dentro del vaso. Como era de esperar, este río creció aun más si cabe debido al aporte de las aguas almacenadas.
En el caos de la presa de Forata, la infraestructura se libró aparentemente de daños, salvando a las poblaciones cercanas de un daño mayor. Aun así, como ya hemos comentado, la liberación del agua retenida contribuyó a fortalecer la riada aguas abajo, incluyendo el río Júcar, el cual desemboca en el Mediterráneo.
Este mencionado embalse ha estado desde el primer día de la tragedia en el centro de la polémica, posiblemente por razones partidistas, ya que se trata de convencer a la opinión pública de que la Confederación Hidrográfica del Júcar (dependiente del estado español) es culpable por no haber alertado del desembalse, pero con el paso de las semanas vamos conociendo los múltiples avisos (que no alarmas, ya que no posee esa capacidad legal) que remitió al gobierno autonómico. La decisión de los técnicos para defender la integridad del muro de contención tal vez debe de ser enmarcada en la pluviometría de la zona, ya que la cercana Turís recibió 771 litros por metro cuadrado en esa jornada, algo absolutamente desorbitado, incluso en las peores previsiones.
El verdadero problema tras esta guerra partidista, es que al fin y al cabo, las víctimas siempre caen del mismo lado, ya que son los residentes aguas abajo quienes no imaginaban la que se les venía encima.
Como era de imaginar, el río Mijares, que fue el primero en recibir las aguas del embalse, para después aportarlas al río Júcar, arrasó todo lo que estaba a su paso, delimitando el límite sur de la catástrofe. En la zona norte, sería el río Turia a su paso por Valencia, el encargado de marcar la diferencia entre la normalidad y el desastre, mientras que el verdadero protagonista se ocultaba entre estas dos cuencas: el barranco del Poyo.
Normalmente, un barranco es el resultado de la erosión del terreno, provocada por el agua cuando cae de manera abundante o torrencial. La fuerza del líquido elemento, va generando un cauce que normalmente está seco o porta poca agua. La propia creación de este accidente geográfico, ya nos puede dar una idea de su peligrosidad, que muchas veces minusvaloramos.
En el caso del barranco (o rambla, que es sinónimo en esta parte del país) del Poyo, su cuenca recoge las aguas de casi 500 kilómetros cuadrados, pero ya que las precipitaciones no suelen ser habituales, la mayor parte del año se encuentra seco casi en su totalidad.
El efecto del mar Mediterráneo reduce los extremos térmicos creando un tiempo agradable y sin cambios reseñables en el clima durante la mayor parte del año. Sin embargo, la situación cambia en verano, cuando las aguas del mar reciben el impacto de los rayos del sol y suben de temperatura. Con el cambio de los vientos en otoño, estos absorben la humedad de la superficie, alimentando las posibles tormentas que se forman tierra adentro. Estos fenómenos, habituales en las zonas costeras, reciben el sobrenombre de "gota fría", y son esperados desde el final de la temporada cálida.
Como vemos, estamos ante un fenómeno repetitivo y habitual en nuestro país, aunque tal vez hay ciertos factores que estén provocando su recrudecimiento. Debido a la producción de gases de efecto invernadero, la temperatura de los mares y océanos está aumentando drásticamente, lo que hace que las "gotas frías" sean más habituales y aumenten en intensidad, ya que a más temperatura, más es la absorción de humedad por parte del aire que las recorre.
Lamentablemente, esta simple explicación no convence a todo el mundo, lo que ha creado una corriente negacionista que ha calado fuertemente en amplios sectores de la sociedad. El desconocimiento y la desconfianza ha provocado que los datos científicos sean confrontados por personas sin estudios reconocibles sobre la materia, creando un amplio frente de noticias malintencionadas y en su mayor parte falsas.
Sea como fuere, la realidad es que la pluviometría de aquella tarde hizo que el barranco del Poyo adquiriera niveles apocalípticos, destruyendo todas las localidades que atravesaba en el sur de la capital valenciana. Según los datos, hubo momentos en los que se sobrepasaron los 2200 metros cúbicos por segundo, cuatro veces más que el caudal habitual del río Ebro. Para hacernos una idea, es el caudal normal del río Piura, que atraviesa distintas ciudades en Perú.
Alimentado por lluvias superiores a 400 litros por metro cuadrado en sus inicios, el barranco atraviesa imparable localidades valencianas tan icónicas como Chiva, Torrent, Paiporta o Catarroja, llegando a desembocar en la Albufera ya cercana a la costa, con registros récord nunca antes vistos.
A medida que la tarde avanzaba, los medios comienzan tímidamente a mostrar imágenes que van llegando a las distintas redacciones de todos los pueblos afectados. Viendo los resultados preliminares, las principales cadenas comienzan a mostrar su interés ante lo sucedido, y cuando cae la noche ya son varias las que abren sus informativos con la noticia.
El agua, que irrumpe con fuerza en los núcleos habitados, procede a desbordar los cauces conocidos, ganando en intensidad y altura. En un primer momento, los habitantes tratan de grabar las escenas, donde se refleja un desconcierto generalizado. Pronto, los improvisados corresponsales, comienzan a darse cuenta de su peligrosidad, y procuran ponerse a salvo.
La noche comenzaba a caer al sur de la capital cuando el barranco del Poyo empezaba a desbordarse en las localidades de la conocida como "huerta valenciana". La sorpresa es aún mayor en los residentes de esta comarca, ya que allí no caía ni una gota, lo que incrementa el riesgo al coger desprevenida a la población.
Los habitantes trataban de avisarse unos a otros para retirar los coches de los garajes, como solían hacer en inundaciones anteriores, tratando de salvar los vehículos, lo que agravó la situación, ya que la subida de las aguas fue repentina y alcanzó a los que se adentraban en los garajes, privando a algunos de ellos de la posibilidad de huir.
A las 20:12, llega un mensaje a todos los móviles que se encontraban en los cuadrantes afectados. Por desgracia, esta alarma llega cuando el agua ya había causado todo el daño posible, o mientras los habitantes luchaban contra su fuerza, tratando de salvar su vida.
El retraso en este mensaje de alerta es probablemente la negligencia más flagrante que se puede observar en esta crisis, ya que el envío masivo con antelación hubiera salvado seguramente muchas vidas. La destrucción material de las viviendas e infraestructuras era inevitable, pero el costo humano hubiera sido mucho menor.
Horas antes, desde la cabecera de los ríos y barrancos, los alcaldes ya advertían de la brutalidad de la riada, pero no fueron escuchados. El comité de emergencia valenciano reaccionó en repetidas ocasiones tarde y mal aquella jornada, algo que ya se está empezando a demostrar con pruebas fehacientes.
Pero muchos ni siquiera llegaron a recibir el aviso, ya que los daños en las infraestructuras habían hecho caer la red móvil, el sistema eléctrico, e incluso el agua potable.
A todos estos graves fallos de suministro, había que sumar que muchos puentes habían sucumbido ante la fuerza del agua, cortando carreteras y ferrocarriles.
Mientras que en las primeras zonas afectadas como la albaceteña Letur se iniciaban las tareas de búsqueda de sus desaparecidos, en la Comunidad Valenciana el caos era total. La caída en las comunicaciones evitaba que las familias pudieran reagruparse, y las aguas arrastraban coches, escombros, enseres, y cuerpos.
Centenares de conductores permanecieron atrapados durante horas al inundarse todas las vías principales, lo que provocó el colapso del tráfico rodado.
Tal vez el país entero no estaba preparado para sufrir una devastación semejante. Dada la amplitud de la zona, en los primeros días la ayuda no llega, y la desesperación de los damnificados va en aumento. Además, como es lógico, la ausencia de noticias hace que cada uno sienta que su zona es la más devastada, ya que no se imagina que kilómetros y kilómetros están arrasados en toda su comunidad. En un primer momento, son los propios vecinos los que se organizan, pero pronto los víveres comienzan a escasear, ya que se hace casi imposible abandonar las localidades en busca de ayuda. Además, los equipos de rescate no llegan, dada la complejidad de los accesos a las poblaciones y el número insuficiente de medios.
En las primeras horas posteriores al desastre, algunos medios de comunicación consiguen acceder a los núcleos más afectados, y comienzan a emitir de manera constante desde sus calles.
Miles de comercios, garajes y viviendas han sucumbido a la riada, y el lodo lo inunda todo. Son numerosas las personas que se acercan a los micrófonos buscando familiares desaparecidos y pidiendo ayuda. Al contrario que en otras catástrofes, comienzan a surgir numerosos testimonios contados en primera persona sobre las inundaciones debido al gran número de personas afectadas.
Con el paso de los días, la riada constata la escasa preparación ante eventos de esta magnitud, ya que se cuentan por miles los afectados que siguen incomunicados y en situación de desamparo. Y es que ni siquiera bienes de primera necesidad, como el agua potable o los alimentos, son cubiertos por las autoridades.
Esta desatención cala a nivel nacional, y una ola de solidaridad se levanta con sus ojos puestos en la Comunidad Valenciana. Ese movimiento comienza a llevar a la zona miles de vehículos con ayuda humanitaria, supliendo el hueco que las autoridades han dejado para con sus ciudadanos.
Aun así, las autoridades valencianas trataron de orientar el esfuerzo a través de autobuses que conectaban la capital con los municipios afectados, pero todo se convirtió en un fracaso organizativo que los propios voluntarios rechazaron, al ser trasladados a edificios de grandes marcas para limpiar sus instalaciones. Esta maniobra, provocó que se desestimaran los puntos oficiales de reparto de ayuda, y las propias personas involucradas, comenzaron a organizarse a través de las redes sociales y otras aplicaciones de mensajería.
A partir de entonces, los colaboradores tratarían de marcar distancia con la administración estatal y autonómica, continuando de una manera completamente auto organizada.
Ante la imposibilidad de transitar por las carreteras afectadas, se usaban los puentes peatonales que comunicaban la gran urbe valenciana con sus zonas adyacentes, atravesando el nuevo cauce del río Turia, que hacía de barrera artificial con las zonas destruidas.
Así pues, cada mañana, la caravana solidaria se encaminaba a las regiones azotadas por la DANA portando escobas, palas, comida y todos los útiles necesarios para atender las necesidades imperantes de las decenas de miles de personas damnificadas. Cabe recordar que el nuevo cauce por el que transcurrían los voluntarios, fue diseñado para proteger a la capital valenciana de este tipo de desastres meteorológicos, ya que en octubre de 1957, una riada similar, devastó ya la ciudad causando la muerte de más de 80 personas.
Si esta infraestructura no hubiera sido construida (desde 1958, hasta 1973), todo el agua recibida en la DANA de 2024 hubiera vuelto a arrasar las concurridas calles de la urbe valenciana, con unas consecuencias difíciles de calcular.
Como estamos viendo, la historia ha vuelto a repetirse en pleno siglo XXI, con consecuencias aún más graves si cabe, ya que esta vez el número de muertos ha alcanzado la cifra de 234, y las cifras de daños son incalculables.
Por desgracia, esta "gota fría" ha dejado ver las costuras de un estado estatal y autonómico, incapaces de hacer frente a los desafíos presentados, y ha tenido que ser la buena voluntad y las donaciones las que encararan los retos durante las primeras semanas de la tragedia.
Sin embargo, la buena disposición de los voluntarios en el territorio afectado, contrastaba con la aparición de numerosas informaciones falsas, que provocaban un daño innecesario a los ya damnificados, inventando situaciones que generaban falsas alarmas sociales. Por ejemplo, la atención mediática fue desviada a principios de noviembre, alertando sobre "cientos de cadáveres" que se hallaban en el garaje de uno de los centros comerciales más transitados de la zona. Se trataba del Centro Comercial Bonaire, y muchos efectivos fueron trasladados a sus instalaciones ante la creciente rumorología popular.
Finalmente, y tras el vaciado de las plantas sumergidas en el lodo, se descartó la presencia de cadáveres en el comercio cercano a la localidad de Aldaia. Las "fake news" llegaron hasta el punto de asegurar que camiones refrigerados trasladaban cadáveres de manera discreta, usando el amparo de la noche para realizar tal cometido. Todo parecía formar parte de una gran conspiración del estado español para reducir el número de fallecidos, tratando que la catástrofe pasara desapercibida.
También estuvo en el candelero la noticia falsa emitida por un supuesto periodista, que aseguraba que los tickets emitidos por el parking en el momento de la inundación ascendían a 700, por lo que al menos ese número de vehículos se encontraban en su interior.
Este individuo, perteneciente a la órbita de extrema derecha española, jugó a tener su minuto de fama a costa del dolor de las familias de los numerosos desaparecidos que todavía no habían sido encontrados.
La escena política comenzaba a calentarse, y trataban de arrojarse las responsabilidades unos a otros, y algunos de sus representantes recogieron las iras sembradas en una suerte de visita oficial a la zona de Paiporta, donde muchos de sus vecinos los recibieron con rabia, arrojando barro y rompiendo los cristales de los coches oficiales. El presidente de España, Pedro Sánchez, fue rápidamente retirado por su servicio de seguridad, a su vez el rey español Felipe VI aguantó como pudo, mientras el presidente Carlos Mazón, máximo representante de la comunidad, trataba de protegerse tras sus escoltas. Esta escena, que ya forma parte de la historia del país, sienta un precedente importante sobre la relación de la ciudadanía y sus gobernantes.
Ese día se tachó de oportunismo a los representantes públicos, y los propios vecinos se quejaban amargamente de la paralización de los trabajos por culpa de la visita. Además, muchos de ellos incidían en que los medios que rodeaban a los presidentes y la Casa Real, tendrían que estar a disposición del pueblo, y no de las instituciones.
A pesar de los problemas evidentes generados en las infraestructuras por la Dana, el equipo de "Viajar o morir" se encaminó a la zona del desastre, para recorrer sus maltrechas calles y llevar a cabo un análisis visual de la situación provocada por la DANA: cuando se cumplía el día 11 desde el suceso, nuestras botas pisaron el abundante lodo de la zona 0 en Paiporta y Picaña.
Para aquel entonces, las sirenas eran la banda sonora habitual de cualquier rincón de las zonas afectadas. Centenares de coches con sus rotativos activos dejaban claro de que el problema estaba lejos de solucionarse. Las carreteras, llenas de socavones y desperfectos, encaminaban a las rotondas de acceso a las poblaciones, donde los controles de seguridad impedían el paso rodado a los que no pertenecieran a ningún cuerpo de rescate.
Desde primera hora, los miles de voluntarios se entremezclaban con medios oficiales allí desplazados. Cualquier cuerpo público relacionado con la protección civil o con el rescate encontraba su representación en la comarca valenciana. De hecho, muchos de los que trabajaban en la reconstrucción habían sido convocados desde todos los rincones del país. A pesar del ingente número de efectivos movilizados, nuestros ojos pronto descubrirían la magnitud y gravedad de los daños, haciendo que ese número sea a toda vista insuficiente, dada la superficie afectada.
El barranco del Poyo, que va asumiendo el nombre de la población que atraviesa, había dejado claro que su poder era inigualable en la zona, convirtiendo en escombro cualquier construcción que hallara en su camino. En Picaña, donde varios puentes, actualmente desaparecidos, conectaban las orillas, ahora solo quedan enseres y restos esparcidos, probablemente provenientes de las poblaciones que se encuentran aguas arriba.
Las pilastras, que antaño se erigían firmemente ancladas, ahora yacían en el fondo del cauce, dificultando la circulación normal de vecinos y materiales, que ahora tenían que dar un tremendo rodeo para acceder a la otra orilla. Y es que uno de los problemas generados por la DANA ha sido el transporte, ya que han desaparecido incluso las vías del metro que llegaban hasta estos pueblos.
La barrera psicológica del nuevo cauce del Turia se hace evidente si comparamos la vida en ambas comarcas. Por un lado, la capital ha seguido con su vida normal, sin apenas variar sus rutinas diarias, mientras que en su vertiente sur, la vida ha sido dinamitada, y en el mejor de los casos, paralizada. Recorriendo las embarradas calles, cuesta hacerse a la idea de que ambos mundos apenas son separados por 3 kilómetros en línea recta.
Tras diez días desde las inundaciones, las arterias principales de las localidades apenas han conseguido recobrar su aspecto antes de que el lodo las arrasara. Tras un ímprobo trabajo, se ha conseguido despejar los numerosos obstáculos que impedían la circulación de los medios de emergencia. Aun así, son habituales las montañas de enseres que han sido retirados de bajos comerciales y garajes, apilados en las impracticables aceras. Estas imágenes pertenecen a la localidad valenciana de Paiporta, considerada "zona 0", aunque el resto de poblaciones presentan un aspecto similar.
Las calles y avenidas carecen de espacios limpios, y en muchas de ellas ni siquiera son visibles las aceras, y mucho menos el pavimento. Este detalle es importante de señalar, ya que otras de las "fake news" apuntaban en esta dirección.
Algunos medios interesados, trataron de convencer al público general que la ayuda estaba siendo directamente tirada y pisoteada, lo que desató la alarma entre los colectivos donantes. Estos pseudo medios, trataban de aniquilar el trabajo de las ONGs, dejando entrever un contenido racista y xenófobo. Bajo el lema "Todo para los de afuera, nada para los de aquí", trataron repetidamente de difundir su mensaje ultra.
Con los pies en el terreno, se puede afirmar, que las continuas donaciones de ropa y otros objetos voluminosos, han creado un problema logístico ya que no existen locales donde acopiar todos estos materiales, que acababan siendo depositados en el suelo, haciendo que algunas prendas se mancharan y fueran irrecuperables. Las personas encargadas del reparto, hacían todo lo posible por evitar estas situaciones, pero no existían medios suficientes.
Nuevamente, la desorganización, ya sea institucional o particular, fue la causante de problemas en la cadena de donaciones. A pesar de los múltiples intentos de coordinación, y la existencia de almacenes en zonas no afectadas, no pudo subsanar todos los problemas logísticos. Además, la creciente desafección por las ONGs, hacía que los voluntarios entregaran sus donaciones directamente en los pueblos, sin pasar por los almacenes intermedios que se estaban tratando de constituir.
Y es que, las noticias falsas se han convertido en algo común en este tipo de desastres. Por ejemplo, hubo una gran campaña en contra de Cruz Roja, insinuando que no se habían desplegado en la zona, algo que carecía completamente de veracidad. De hecho, en la zona afectada, esta entidad había perdido numerosos recursos materiales en las inundaciones.
A pesar de los continuos intentos por aumentar la crispación, los voluntarios no cesaban y su ayuda se convirtió en clave a la hora de asistir a los problemas cotidianos. A su llegada a los pueblos, se organizaban en pequeños grupos y se repartían las zonas, y a base de ofrecer su ayuda, colaboraban en la asistencia humanitaria, médica, o simplemente de limpieza de casas, comercios y locales anegados.
Y es que durante el día, los vecinos sufrían los olores del lodo putrefacto que cubría sus calles. Hasta tal punto aumentaba la preocupación que las autoridades recomendaron, y casi obligaron, a hacer uso de mascarillas para evitar la propagación de las distintas enfermedades que albergaban las materias al descomponerse.
Algunos tenían la relativa suerte de poder cerrar puertas y ventanas y aislarse en cierto modo del problema, pero otros tenían que combatir cuerpo a cuerpo con el barro tratando de sacarlo de sus propiedades. Además, la situación de estrés y cansancio había llevado su mente al límite, haciendo que algunos no lo resistieran y acabaran por quitarse la vida en sus propios domicilios. La perdida de todos los bienes, o de algún ser querido, creó en paralelo una crisis psicológica a todos los que habían pasado por el infierno en el que se convirtieron sus localidades.
Los restos de las viviendas eran arrinconados lo mejor posible, pero obstaculizaban el paso peatonal, quedando, en el mejor de los casos, un estrecho pasillo por el que apenas cabía una persona. Esta situación se repetía calle tras calle, y elevaba su peligrosidad conforme nos acercábamos a las más afectadas, las que se encontraban más cerca del barranco local.
Por si fuera poco, en muchas zonas no se había logrado restituir el servicio eléctrico, por lo que los saqueos comenzaron a extenderse. Esta situación se fue resolviendo cuando comenzó a volver la electricidad, y los medios policiales fueron en aumento. Aun así, las primeras jornadas no eran pocos los vecinos que tenían que controlar los escasos bienes que aún conservaban y eran codiciados por otros. Y es que en la gran mayoría de edificios afectados, las puertas, ventanas, incluso fachadas, habían desaparecido, siendo visible el interior fácilmente desde la calle.
Sin luz, sin agua, sin asistencia. Sin duda, parte de la región valenciana había vuelto a una nueva "edad de piedra" en pleno siglo XXI, y la situación no parecía fácilmente reversible. En un frenético intento de recuperar algo de normalidad, las compañías eléctricas, de aguas, y de servicios de internet, trataban de restaurar su suministro, en muchas ocasiones con éxito.
En cuanto a las canalizaciones de agua, se prevé que sea un trabajo a largo plazo, ya que la red de alcantarillado y parte del sistema de agua de boca ha sido arrancado del subsuelo, o se encuentra en un estado lamentable.
Debido a que la fuerza de la riada ha arrancado de cuajo parte de la red sanitaria, muchas de las poblaciones no pueden canalizar sus aguas residuales hacia las depuradoras, por lo que se vierte directamente a los barrancos, generando un problema de salubridad pública. Por si fuera poco, las alcantarillas que resisten, han recibido el lodo de las calles, que se ha solidificado, y por lo tanto, se encuentran obstaculizadas, lo que requerirá meses de tareas especializadas de desatasco.
Parte de este problema fue generado por la desorganización inicial, ya que muchos de los vecinos y voluntarios lo arrojaron a las tuberías sin saber que estaban generando un problema mayor. Tal vez si las autoridades hubieran dado unas directrices claras, parte de este contratiempo se hubiera podido evitar.
La obstrucción del sistema de desagüe adquirió dimensiones colosales, y fueron varios los países como Marruecos que mandaron decenas de camiones para ayudar en las tareas de desatranque.
Esta ayuda internacional, sumado a las decenas de camiones españoles que acudieron a la llamada, contribuyó a hacerse con el control del alcantarillado.
Cabe resaltar que muchos de estos camiones, al igual que maquinaria de movimiento de tierra, fue el fruto del trabajo desinteresado de muchas empresas y agricultores, que desplazaron sus efectivos a la zona sin esperar nada a cambio.
Al contrario de lo que podría parecer, la situación no parecía mejorar con el paso de los días. De hecho, la sensación generalizada era que todo estaba yendo a peor. La acumulación de problemas de alcantarillado comenzó a hacerse insostenible, las calles seguían siendo intransitables en su mayoría, y para colmo, la amenaza de nuevas tormentas hizo resurgir los miedos a otra posible inundación.
Por otra parte, los nervios de los damnificados estaban a flor de piel, pues superado el shock inicial, comenzaban a ser conscientes de que muchos ya no tenían trabajo, coche, ni siquiera una casa a la que volver. De nuevo, la solidaridad familiar y vecinal, hizo que muchos comenzaran a vivir integrados en improvisadas familias de acogida.
Como es lógico, la indignación iba en aumento, y un nuevo movimiento social comenzaría a surgir. La unión entre vecinos de las zonas afectadas y los voluntarios, dio como resultado el lema: "solo el pueblo salva al pueblo", lo que agrandaba la brecha entre la ciudadanía y la clase política responsable. A su vez, comenzaba a tomar fuerza un movimiento que buscaba acabar con el negligente presidente de la Generalitat, Carlos Mazón.
El 10 de noviembre comenzaban a producirse las primeras manifestaciones pidiendo la cabeza del político, siendo cada vez más numerosas, llegando hasta los 100.000 asistentes. A pesar de esta presión, el dirigente continuaba defendiendo su papel con excusas cada vez más extrañas e inverosímiles.
En paralelo a la repulsa del presidente popular, los vecinos de los pueblos arrasados se sentían cada vez más agradecidos a todo ese esfuerzo y lealtad mostrado por los voluntarios que continuaban recorriendo sus calles.
Cualquier pared servía para devolver algo del gran cariño que los voluntarios daban a los damnificados. De hecho, algunas calles fueron renombradas extra oficialmente recordando este movimiento altruista tan colosal.
Por otra parte, el Gobierno de España adelantó un ambicioso plan de ayudas, que fue tomado por la mayoría de afectados con escepticismo, ya que el país tiene precedentes similares en los cuales la ayuda todavía no ha llegado. Además, la llegada de esos fondos suele demorarse en demasía, y más cuando centenares de familias lo han perdido todo.
Y es que es difícil hacerse una idea clara de las mastodónticas pérdidas ocasionadas por la DANA. Las imágenes emitidas por los canales de TV o difundidas por las redes sociales no hacen justicia a lo que realmente allí se ha perdido. Por ejemplo, la cifra de vehículos de todo tipo inutilizados por la riada, supera los 120.000, algo que no podemos representar con palabras.
Los aparcamientos al aire libre y descampados de las zonas afectadas, se han convertido en improvisadas chatarrerías, donde las grúas y otra maquinaria apilan los inservibles coches. Este proceso, inevitable para poder despejar las calzadas, es una bomba de relojería, ya que los vehículos contienen elementos que pueden ser susceptibles de combustionar, explotar y contaminar.
Dos meses después de la tragedia, mientras se conforma este artículo, los vecinos siguen buscando los vehículos de su propiedad, ya que algunos fueron arrastrados durante kilómetros, y se encuentran en un estado difícil de identificar. De hecho, todos aquellos que fueron "transportados" por los barrancos, son casi imposibles de reconocer, ya que en nada recuerdan a lo que un día fueron.
Cerca de Loriguilla, anexo al cementerio de Riba Roja, las autoridades han habilitado un descampado donde los coches que son recuperados del barranco del Poyo, situado a 500 metros, son depositados. El panorama es dantesco, ya que solo se conservan amasijos de hierros que ya no conservan ninguna pieza reconocible de su equipamiento de serie. Además, las piedras, ramas y lodo, se ha introducido en ellos como consecuencia del arrastre por el barranco. Como era de esperar, algunos de estos coches fueron vapuleados río abajo con los ocupantes en su interior. Eso mismo es lo que le ocurrió a Vicente Tarancón, propietario de una gran empresa valenciana, que esa tarde estaba comiendo en un restaurante de la localidad de Chiva. Tanto él como sus amigos, fueron arrastrados por el barranco del Poyo, sin que les diera tiempo a huir del vehículo, que fue encontrado días después. Al igual que el conocido empresario, decenas de víctimas anónimas sufrieron el mismo desenlace fatal.
Algunos propietarios de estos vehículos vagan sin rumbo tratando de reconocer lo que en su día fue su vehículo particular o de empresa. En caso de localizarlo, deben avisar a su seguro y los trámites para recuperar una mínima cantidad económica comienzan.
Pero no solo los coches han sido destruidos, algunos camiones todavía se pueden ver en el cauce de los barrancos ahora secos, o incluso en la entrada del circuito automovilístico de Cheste, cuyo gran premio tuvo que ser suspendido, debido a su cercanía en el tiempo con la DANA.
Como vemos en las imágenes, el caudal del agua movió elementos de gran tonelaje, dejándolos en posiciones imposibles.
Y es que no solo las localidades están destruidas. Si nos adentramos por las maltrechas carreteras, podemos encontrar los rastros que esta brutal "gota fría" ha dejado, y que tardarán posiblemente años en desaparecer.
Es palpable que las zonas más perjudicadas son las más cercanas al cauce del barranco, que presenta un aspecto totalmente cambiado. La vegetación ha desaparecido, y la fuerza del agua ha horadado el fondo, haciendo desaparecer la tierra y dejando las rocas a la vista de todos.
La imagen superior, muestra el barranco del Poyo, en un tramo cercano a Cheste, kilómetros antes de entrar en las zonas más pobladas de la huerta valenciana. En la fotografía podemos ver las orillas completamente reconstituidas, al igual que el fondo, dando lugar a un cauce con mayor capacidad.
Sorprende ver algunas estructuras sobrevivientes, las cuales han resistido con daños menores la brutal embestida de agua. En este caso, el puente en cuestión ha sufrido daños e inclinaciones en sus zapatas, y al ensancharse el cauce, sus accesos han sido destruidos. Al menos, la estructura no tendrá que ser demolida, como ha pasado en otras decenas de casos.
Como era de imaginar, las canalizaciones artificiales del barranco no bastaron para soportar su enorme caudal. En zonas abiertas destruyó los cultivos, que favorecieron que el agua perdiera velocidad y se extendiera, perdiendo altura, al contrario que en las zonas donde pasaba por localidades habitadas.
A finales del año 2024, en el momento de redactar este post, todavía prosiguen las labores de reconstrucción a pleno rendimiento. La labor es ardua y extensa. Probablemente, la zona nunca vuelva a ser la que fue, ya que muchos paisajes han desaparecido tal y como los conocíamos. Por otra parte, las pérdidas y el parón en la actividad económica prosigue, por lo que no habrá una recuperación en un futuro próximo. Muchos de los comercios están arruinados, y sin incentivos para reabrir sus puertas, lo que ha provocado su quiebra total.
Dos meses después de la DANA, todavía no hay un plan claro en cuanto al futuro de la zona, ya que aparentemente habría que consensuar reformas de calado en todos los campos, cosa que a día de hoy se ve algo inalcanzable.
Desde "Viajar o morir", consideramos que lo ocurrido en la Comunidad Valenciana requiere de una amplia reflexión que actualmente no parece que se esté produciendo. Aun así, vamos a intentar aprender de lo vivido en esas devastadas tierras.
Empezaré por la cuestión menos importante: la política. Sea como fuere, el presidente de la comunidad, Carlos Mazón, declino sus obligaciones ausentándose e estando incomunicado mientras el agua acechaba y atacaba su comunidad. Él ilustrísimo "president" se acomodó en un conocido restaurante de la zona (El Ventorro), dándose el lujo de permanecer incomunicado gran parte del día. Estoy casi seguro de que sus acciones son punibles, y debería ser condenado. Haga lo que haga la justicia, no debería volver a pisar su tierra en condiciones de tranquilidad y seguridad.
Al igual que él, todo su equipo de gobierno, y en especial el área de seguridad y emergencias, debería dimitir inmediatamente y ser fiscalizada su labor hora a hora, ya que en ningún momento, hasta que la catástrofe estaba ya en su momento álgido, decidieron intervenir. En 2024, la mera alerta enviada a tiempo a los móviles de todos los habitantes de las zonas afectadas, hubiera evitado un buen numero de muertes, aunque no los daños materiales, que ya eran irreversibles. El sistema "Es Alert" estaba disponible, y diseñado para estos acontecimientos.
Tampoco pareció importarles los problemas originadas en las cuencas superiores, ya que con algo de astucia, hubieran concluido que el problema iría en aumento al llegar a las zonas más cercanas a la desembocadura. Por otra parte, una vez ocurrida la tragedia, solamente han invertido sus esfuerzos en echar balones fuera y estirar el reglamento tratando de esquivar sus competencias directas.
Sin duda alguna, otro de los grandes responsables es el gobierno central (PSOE), con Pedro Sánchez a la cabeza. Aunque el estado ofreció todos los recursos a la comunidad autónoma, tendría que haber relevado a ésta ante su incompetencia. Es inviable que un estado "poderoso" mantenga a sus conciudadanos sin recursos de primera necesidad durante días, y sin que pueda llegar la ayuda necesaria. A pesar de un grave enfrentamiento con las fuerzas de derecha, tendría que haber arrebatado el mando de la catástrofe y haber movilizado un número proporcional de efectivos para haber reducido la gravedad de sus consecuencias.
En democracia, hemos visto ya como el estado se hacía con el control de una comunidad, como fue el caso de Cataluña durante el "proces" mediante el artículo 155. Si el gobierno autonómico no hubiera querido delegar su ineficiente mando, el gobierno estatal tendría que haber aplicado toda la fuerza legal disponible para lograrlo.
Aunque los medios muestren reiterativamente la disputa política en todo lo relacionado con la catástrofe, tal vez deberíamos analizar con espíritu crítico nuestra posición en este planeta. Con el paso de los siglos, la mente humana (en los países ricos) ha perdido quizá el miedo a perderlo todo en un segundo, ya que nuestras comodidades diarias nos hacen pensar que todo está asegurado. En los países desfavorecidos la supervivencia es diaria, y nada es seguro, lo que provoca que su mentalidad se mantenga activa y vigilante, defendiendo sus recursos, permitiendo a la persona defenderse o escapar con rapidez.
Como hemos visto en España en pleno siglo XXI, una catástrofe natural puede dejarnos completamente incomunicados, y sin absolutamente nada para sobrevivir. Antaño, los manuales preparacionistas insistían en la idea de las "72 horas", ya que era el tiempo que se calculaba que el estado se haría cargo de las provisiones y las necesidades tras un cataclismo. En tierras valencianas, pasaron semanas sin abrirse corredores estables y fiables para la ayuda humanitaria, por lo que el concepto de "72 horas" debería ser revisado.
A pesar de que medios de emergencia trabajaron a destajo desde el primer minuto, la desorganización ha jugado en su contra, por lo que los protocolos han quedado obsoletos, o bien no han sido correctamente ejecutados.
Una vez subsanadas estas deficiencias, habría que desarrollar un mecanismo de ayudas de emergencia rápido y eficaz, que eliminara absurdos y farragosos pasos burocráticos. La mayor parte de los habitantes de las zonas afectadas se habían quedado de la noche a la mañana sin medios de transporte, tanto públicos como privados, por lo que estaban incapacitados para desplazarse a la capital valenciana para la realización de trámites.
Los problemas derivados de las actuaciones de vecinos y voluntarios, tanto en trabajos de limpieza como reparto de bienes, han sido infructuosas debido también a una mala coordinación. Es una lástima, que con el ingente número de manos que acudieron en auxilio de la comunidad, gran parte de ese trabajo haya sido completamente inútil. Todo hubiera sido distinto si algún responsable local, autonómico o estatal, hubiera planificado las directrices principales. Por ejemplo, el vertido de lodos y otros objetos en el alcantarillado, ha sido una pésima idea que sin duda ha provocado otros problemas en el medio plazo. A veces, no solo vale la buena voluntad.
Además, las autoridades competentes deberían avergonzarse de que fueran los ciudadanos de a pie los que mantuvieron durante semanas la actividad humanitaria en la zona.
El poeta italiano Dante, ya recurría a los "pecados capitales" para explicar las conductas inadecuadas del ser humano a lo largo de su vida. Uno de los más graves, y de los más extendidos es la avaricia, y esta es aplicable a todos los sucesos catastróficos de nuestro país, incluida la DANA de Valencia: la avaricia.
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