En la confluencia de los ríos Jarama y Henares, se encuentra el municipio madrileño de Mejorada del Campo. Gracias a su cercanía al agua, sus tierras se convirtieron en el lugar ideal para la creación de todo tipo de huertas, sobre todo orientadas al tomate, que tiene una cierta fama gracias a su sabor. Pero, esta localidad de apenas 25.000 habitantes, saltó a la fama por otras razones bien distintas, dejando olvidada su prospera agricultura.
Y es que corría el año 2005, cuando una conocida marca internacional de refrescos puso sus ojos en un peculiar habitante de la pedanía: Justo Gallego.
El spot narraba la historia de un labriego, que estaba levantando un edificio con sus propias manos y sin apenas medios, para ser concreto, Justo se hallaba en esos momentos construyendo una catedral en una parcela de su propiedad.
Y es que, como narra el anuncio, la historia de Justo es cuanto menos, peculiar.
Nació en 1925, en una familia que poseía algunas tierras de labranza y unos cuantos animales, por lo que de la agricultura y las cosechas dependía gran parte de la economía familiar. A los 12 años se produce la muerte de su padre, y Justo se ve obligado a dejar atrás su niñez ocupando el puesto de su predecesor. Este cambio, que se produjo en plena guerra civil, obliga al "mejoreño" a refugiarse en la lectura como vía de escape para sobrellevar el duro día a día. Según el propio labriego, sus libros siempre hablaban de castillos e historias medievales.
A pesar de que Justo siempre había trabajado la tierra, no era su oficio predilecto, y una vocación interior comienza a cambiar sus hábitos y pensamientos, hasta que a la edad de 27 años, abandona Mejorada para internarse en un monasterio soriano. El recinto, denominado Santa María de la Huerta, aporta al nuevo monje ese remanso de paz soñado.
El viaje espiritual, que era bien visto por su devota madre, acaba de forma abrupta 7 años después, cuando el madrileño cae enfermo de tuberculosis y es expulsado inmediatamente de la orden y del monasterio. Evidentemente, las discrepancias ideológicas y la manera en la que el monje afrontaba su fe, tuvieron más peso que la enfermedad en su expulsión.
Mientras el ex-fraile agonizaba con las dolencias provocadas por la gravísima infección, trató de encomendarse a la Virgen del Pilar. Entre rezo y rezo, Justo prometía que si era salvado, la figura divina sería recompensada. Poco a poco, la maltrecha salud de Justo comenzó a recuperarse.
Con el paso de las semanas, y creyéndose tocado por la mano de dios, Justo Gallego vuelve a su Mejorada natal, donde despeja una parcela que había recibido gracias a una herencia y comienza su gran obra física: la catedral.
El mejoreño, con un ímpetu desmedido, comienza en solitario la construcción de lo que el consideraba el pago por su sanación. El 12 de octubre de 1961 (día del Pilar), coloca la primera piedra de lo que será su obra en vida. A pesar de conocer la lectura y la escritura, jamás se había formado en absolutamente nada relacionado con la tarea que estaba abordando. Aun así, el solar vacío comienza a llenarse de materiales.
Algunos de sus vecinos no ven con buenos ojos sus acciones, en parte debido a viejas rencillas que arrastraban con su familia desde la guerra civil, puesto que Justo era visto como un terrateniente. A pesar de las burlas, él continúa la obra impasible.
Desde los inicios, Justo aprovechó el dinero procedente de su herencia, pero poco a poco, esa financiación se vio ahogada al tener que sufragar una obra de dimensiones colosales. En ese momento, Justo tira de imaginación y aprovecha cualquier material desechado para darle una segunda vida. A través del "ensayo y error", elementos como bidones o botellas vacías son reutilizados para columnas y vidrieras. Otra de las vías de aprovisionamiento era que el propio autor acudía por las noches a las fábricas de ladrillos para rescatar los que salían defectuosos.
A pesar de las miradas indiscretas, la obra comienza a despuntar, y no son pocos los curiosos que tratan de hablar con el albañil, preguntándole sobre el proyecto. Algunos de ellos salen horrorizados al enterarse que la catedral no tiene proyecto, ni ningún arquitecto que la respalde, y que no hay ningún plano existente en los que consultar las medidas. Aunque parezca una locura (y posiblemente lo sea), todo está en la cabeza del mejoreño, que aparta educadamente las visitas mientras trata de seguir trabajando.
En la década de los 70, un grupo de familiares y voluntarios comienzan a trabajar en la catedral, y poco a poco sus muros comienzan a erguirse. A pesar del éxito de la obra, no son pocos los vecinos que siguen increpando a Justo, incluso arrojándole piedras cada vez que lo veían pasar. Esta tensa situación contrastaba con los primeros ingresos que el maestro constructor comenzaba a tener gracias a los donativos de los peregrinos que por allí pasaban.
En los años 90, la catedral empieza a delimitar sus proporciones actuales. Con casi 4.000 metros cuadrados de planta, el edificio alcanza los 50 metros de largo, con una cota de 35 en su altura máxima. No contento con las mastodónticas dimensiones, el trabajo del autodidacta no se detiene ahí.
Con el paso de los años, Justo ya había reclutado un pequeño grupo de voluntarios que trabajaban mano a mano bajo el estricto mando del constructor, que deambulaba siempre intranquilo revisando cada detalle. Ángel López, un voluntario de Guadalajara, se convierte en su guardaespaldas, y asume un rol importante en las obras, así como en otras tareas como su relación con las autoridades. Y es que, como era de imaginar, los problemas legales comienzan a crear una madeja burocrática difícil de arreglar.
Con la llegada del Siglo XXI y las nuevas tecnologías, los logros del mejoreño comienzan a correr como la pólvora, y el apoyo ciudadano aumenta hasta límites nunca antes vistos. Pero la verdadera "explosión" de popularidad llega con el anuncio que mencionábamos al principio del post, y la catedral sufre un gran impulso mediático.
De hecho, la locura del solitario constructor traspasa fronteras, llegando a reflejarse en publicaciones de medios como el New York Times, que se deshace en elogios hacia el madrileño.
El público general, no pasó por alto estas apariciones mediáticas, y comenzó a peregrinar hacía Mejorada del Campo con la intención de visitar la obra de ese genio, o ese "loco", como muchos definían.
A pesar del apoyo mayoritario, las autoridades comienzan a exigir la formalización de la documentación de la obra, bajo amenaza de derribarla en caso de no aportar los consabidos permisos. Aunque distintos arquitectos avalan la seguridad del proyecto, nadie se atreve a firmarlo.
A pesar de la burocracia y las amenazas continuas de sanciones, la obra no se detiene.
Por desgracia, el 28 de septiembre de 2021, Justo Gallego fallece a la edad de 96 años. La noticia recorre rápidamente los medios informativos, pero sume al proyecto en la intranquilidad.
Aunque el futuro era incierto, Justo había maniobrado con astucia, donando la catedral y el proyecto a la ONG Mensajeros de la Paz, que dirige el sacerdote "padre Ángel", lo que en cierto modo daba cobertura legal a su continuidad.
A pesar de los encontronazos continuos con las autoridades locales, Justo falleció habiendo sido nombrado "hijo predilecto" de Mejorada, convirtiéndose así en la que probablemente haya sido su mayor personaje ilustre.
A día de hoy la catedral sigue en pie, y continúa creciendo esta vez bajo las riendas de Ángel López, quien fuera mano derecha del genial constructor. A pesar de que ya se encontraba cercana a su finalización, quedaron muchos "cabos sueltos", que el nuevo jefe de obra y su grupo de voluntarios acomete con solvencia.
El viajero que decida visitar el lugar, se encontrará con un edificio aparentemente inconexo, e irremediablemente conectado. Los espacios, que no parecen ser simétricos, combinan formando una obra faraónica compacta. Su altar mayor, sus numerosas cúpulas y sus laberínticos pasillos tienen personalidades distintas pero compatibles.
No creo que haya muchas personas capaces de definir con exactitud el estilo en el que podemos enmarcar esta gran obra, probablemente, una definición acertada podría ser la del "arte chatarra", puesto que por aproximación es a la que más se acerca.
Como todo arte, está lleno de imperfecciones, y licencias personales, que el creador Justo Gallego se ha encargado de plasmar en cada esquina. Desde la enorme cúpula principal, hasta el más escondido pasillo, está lleno de detalles que escapan a un primer vistazo.
No son pocos los visitantes que armados de papel y lápiz, pasan horas tratando de recrear en el cuaderno lo que sus ojos ven, aunque en muchas ocasiones es casi imposible reflejarlo fielmente.
Cuando visitamos las grandes catedrales del país o del mundo, sentimos sus enormes proporciones, pero en la iglesia de Mejorada nos encontramos con algo descomunal realizado con materiales de deshecho, lo que provoca cierto temor, a la vez que crece nuestra admiración por el constructor.
Tanto los ornamentos exteriores como los interiores, tienen colores vivos a los que no estamos acostumbrados en una construcción de finalidad religiosa.
Conforme avanzamos por el edificio, podremos observar también las mesas de trabajo de los voluntarios, donde con cariño y paciencia, machacan botellas de cristal vacías, hasta convertirlas en pequeños trozos, que más tarde serán aprovechados en la construcción de vidrieras.
Como podemos observar en las imágenes, la geometría y la simetría no son valores necesarios en la creación de formas y figuras. A pesar de sus complejas formas, la estructura es firme y no pone en riesgo su integridad.
Es probable que durante el paseo por su obra, transformemos nuestra opinión sobre Justo, de loco a genio, o justamente al contrario, puesto que todas las opiniones son válidas.
Otra de las cosas que llama la atención, es que al genial creador le "sobró tiempo" para conformar una serie de espacios anexos a la catedral, cuyo tamaño y funciones varían según su uso.
El patio, ubicado en el exterior, hace de zona de paso para visitar las distintas partes diferenciadas del complejo. En él podremos observar el lugar exacto donde el constructor colocó la primera piedra de su gran obra.
Muy cerca de ese punto, tras encaminarnos a unas escaleras, podemos también descubrir la gigantesca cripta que se extiende bajo la catedral. Este lugar, y por petición del propio Justo, fue el elegido para ser enterrado tras su muerte, pero las leyes españolas prohíben esta práctica, así que el cuerpo fue sepultado en el cementerio de la localidad.
La voluntad del constructor era tan firme, que el mismo mandó horadar el hueco que albergaría su cadáver, dejándolo todo dispuesto para cuando llegara el momento.
En la mente de algunos, entre los cuales me incluyo, existe el pensamiento de que una noche, su ejército de voluntarios extrajo su cadáver del cementerio, y ahora reposa clandestinamente en su cripta, aunque esto es tan solo una ilusión más que una realidad.
Las fuertes creencias de Justo le hicieron edificar este edificio, pero él no solo buscaba una mole de hormigón, sino que soñaba que realizar una labor social en él. A día de hoy, la zona es un hervidero de voluntarios que se afanan en recolectar comida y donaciones, que se usan en atender las necesidades básicas de decenas de personas que acuden a sus puertas en busca de ayuda. De hecho, existen diferentes maneras de colaborar en las recogidas de alimentos o dinero, ya que disponen de varios medios para ello, incluida una curiosa máquina expendedora en la que puedes comprar "una ducha", "un café caliente" y otras acciones para las personas más desfavorecidas.
Además, la concepción que tenía el maestro constructor se ha hecho realidad, ya que el pretendía juntar a personas de diferentes credos, no solo católicos o cristianos. La catedral tenía que ser un foro de culturas y creencias, en la que todos pudieran convivir. Esta aparente utopía se plasmó en otro edificio anexo a la puerta de entrada, donde muchas de las religiones mayoritarias tienen su propio espacio segregado del resto, pero en convivencia con todos los que allí pasan su tiempo.
Aunque los sectores "ultras" de las diferentes religiones puedan considerar este espacio poco menos que herético, era la manera que tenía el autor de entender su propio contexto religiosos, y a día de hoy sigue siendo respetado por sus sucesores.
Como es lógico, en este enclave también son aceptados los no creyentes, ya sean agnósticos o ateos, ya que en ningún momento la ONG trata de captar a todo aquel que franquea su entrada. De hecho, los ateos convencidos, sentimos una sensación especial al entrar en dicho espacio. Desconozco si es algo energético y mundano, pero la sensación de satisfacción es palpable y placentera.
El anuncio que dio fama al constructor de Mejorada tenía como lema "el ser humano, es imprevisible", y en cierto modo no podría estar más de acuerdo con esta premisa. Aunque, claro está, lo suele ser de una manera claramente negativa, realizando acciones incomprensibles y dañinas. Asimismo, al margen de cualquier creencia o espiritualidad, conocer la figura de Justo reconforta a cualquiera que se acerque, sin caer en los triunfalismos que nos vende una multinacional de las bebidas energéticas. Como la catedral, el ser humano está formado por engranajes complejos, moldeado y erosionado por las circunstancias, y con salas oscuras y misteriosas en su interior.
*Todas las imágenes antiguas de Justo, han sido extraídas de las bibliotecas virtuales de la fundación que colabora con el autor y su legado "Mensajeros de la Paz". El resto de tomas han sido realizadas por el autor de este blog.
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