jueves, 17 de mayo de 2018

Chernobyl: una central, un desastre, y una zona no tan muerta.



Si repasamos la historia reciente, es probable que no encontremos una desgracia comparable a la ocurrida en una pequeña localidad remota de la antigua URSS en el año 1986. Un "accidente" nuclear, rodeado de mutismo por parte de las autoridades implicadas, que a día de hoy, sigue sin esclarecerse completamente. 
Comenzaré por lo que creo que todo el mundo ya sabe. En plena Guerra Fría, la necesidad de una energía barata y gestionable era un imperativo en las dos grandes potencias mundiales de la época. Estados Unidos y la antigua Unión Soviética pugnaban por la soberanía mundial a base de zancadillas continuas y secretismo a niveles preocupantes. El desarrollo de la energía atómica sólo había evolucionado en ámbitos militares. En los laboratorios soviéticos, los científicos más audaces redactaban sobre el papel sus cálculos mientras la propaganda soviética hablaba ya de esta energía bajo eslóganes como "el átomo, nuestro amigo". Cuando la tecnología estuvo finalizada, no tardaron en aparecer las primeras centrales nucleares. Posiblemente, la necesidad de energía se antepuso a la seguridad, puesto que la energía nuclear era como un revólver en manos de un niño. A día de hoy, considero que no hay energía nuclear "manejable" en circunstancias hostiles. Como ejemplo, aunque muchos ya se lo imaginarán, tenemos la central de Fukushima en Japón, que sucumbió por errores de diseño letales ante la fuerza de un terremoto y un posterior Tsunami.
Volviendo al pasado, está claro que si hoy no dominamos esas descomunales fuerzas atómicas, es muy poco probable que hace casi cuarenta años lo hiciesemos. Lamentablemente, la previsible desgracia no tardó en ocurrir. En la madrugada del 26 de Abril de 1986, en medio de un simulacro bastante descoordinado, una serie de factores humanos, técnicos y de construcción, hicieron saltar por los aires el reactor número cuatro de la central nuclear de Chernobyl. 




Evidentemente, la explosión de la central, no sólo afectó a las propias instalaciones. 
Casi al abrigo de la central, se encontraba la recién inagurada ciudad de Pripyat, un paraíso soviético para los trabajadores de la central y sus familias. Edificios altos, grandes avenidas, infraestructuras de ocio y deportivas... todo lo que el obrero de aquella época podía soñar se había convertido en realidad gracias a la central nuclear. 

Pripyat antes del accidente. Fuente: RT
Mientras que en la sala de control del reactor número cuatro el pánico ante la situación aumentaba, el núcleo del reactor elevaba su temperatura a un ritmo vertiginoso, haciendo improbable una restitución de la situación. Como era de esperar, y aunque las autoridades soviéticas no tenían duda de la seguridad de sus centrales, el techo del reactor acabo "saltando" por los aires tras las continuas reacciones en cadena del combustible radioactivo.  
En las primeras horas del accidente, el número de bajas fue ínfimo, pero poco a poco, los efectos de la gran radiación emitida a la atmósfera fue haciendo mella en los testigos más directos de la explosión. Los trabajadores de la central, los bomberos que acudieron en un primer momento, incluso algún que otro habitante de la ciudad que se acercó a ver el "espectáculo", comenzaron a sufrir erupciones cutáneas y desgarros internos que acabaron con la vida de muchos de ellos. Literalmente, se quemaron vivos. 
El hermetismo soviético mantuvo el accidente en secreto, a pesar de que unidades del ejercito acudieron desde moscú y otros lugares para contener el monstruo que acababan de crear. 



Aunque la gravedad de la situación era evidente, el gobierno no informó ni a la población (que seguía con su vida habitual a apenas 3 km del suceso) ni al resto del mundo. Aunque tarde, la ciudad fue evacuada casi 48 horas despues del accidente. Ese tiempo, esas horas, supusieron que los 50.000 residentes se expusieran sin saberlo a un peligro mortal que trastocaría la vida de muchos de ellos. Tampoco se anularon los actos previstos en Kiev para el 1 de Mayo, y toda la ciudad salió a la calle a participar de los festejos mientras la nube invisible de muerte caía sobre ellos.
Paradójicamente, la voz de alarma a nivel mundial no saldría de ninguna de las repúblicas soviéticas, sino de Suecia. En una central nórdica, sus trabajadores comenzaron a hacer saltar las alarmas de radioactividad en sus detectores a la entrada de la central. Ante lo que parecía una fuga de la propia central, las autoridades tomaron las medidas pertinentes evacuando la zona en gran parte y comenzó la toma de datos a través de las mediciones. Tras varias horas de especulaciones, se llegó a la conclusión de que la radioactividad no venía de esta central, y se informó a nivel internacional de la alerta en busca de la fuente. 
Tras analizar la composición de las partículas, las corrientes de aire de los días previos y otros datos, señalaron a la URSS como responsable. 
Finalmente, a regañadientes, y con un escueto comunicado, la Unión Soviética anunciaba que el epicentro de la catrástofe (aunque minimizaron las consecuencias) estaba en la central de Chernobyl. 
Varios expertos a nivel mundial se desplazaron a la zona y constataron la magnitud sin precedentes del escape radioactivo, tras lo cual, muchos países mandaron refuerzos humanos y tecnología a la zona. 
Mientras los medios internacionales evaluaban la situación, Gorbachov, presidente de la época, había mandado ya a miles de hombres a la zona con escasos medios de protección y nula información sobre los riesgos que corrían. 
La labor de contener la radiación que acechaba fue encomiable, miles de hombres ofrecieron su vida para devolver el combustible radioactivo al núcleo descubierto de la central. Estos hombres, verdaderos héroes anónimos, fueron llamados "liquidadores". 
La labor que realizaban era inhumana, pues estaban expuestos a tremendas dósis de radiación y a sus consecuencias. A pesar de ello, militares, obreros, mineros y todo tipo de gremios colaboraron para confinar de nuevo al monstruo dentro de un nuevo sarcófago construido con más corazón que cabeza. 
Cabe destacar también la labor de los escasos periodistas que tuvieron acceso a la zona, en especial el trabajo de Igor Kostin, que facilitó las primeras imágenes de los sucedido. 


Única foto que se conserva del día después de la catástrofe
Pese a que Igor Kostin llevaba dos cámaras y atesoraba una gran experiencia, sólo esta foto consiguió ser revelada, puesto que la radiación acabó con el resto del carrete y de las cámaras que el fotógrafo usó desde uno de los numerosos helicópteros militares que sobrevolaban la zona. 
Robots de tecnología futurista fueron desplazados al tejado del reactor para "empujar" los restos con el fin de devolverlos a su lugar original, aunque los robots se averiaron en su mayoría y la labor quedó en manos de los intrépidos "liquidadores". Los "gatos del tejado" (en su mayoría murieron en un corto espacio de tiempo) marcaban las zonas contaminadas y los liquidadores los empujaban pertrechados con mandiles de plomo que ellos mismos confeccionaban. Mientras tanto, tres hombres se sumergían en los tanques de refrigeración para cerrar manualmente las válvulas. Estos intrépidos operarios, contra todo pronóstico, y a pesar de que en numerosos medios se cuenta que no lograron salir con vida, sobrevivieron a su odisea evitando con su azaña otra nueva explosión. También hay que reconocer la labor de los mineros desplazados a la zona, que cavaron un largo túnel para poder sellar el "suelo" del reactor y evitar que el desastre se propagara por el agua. 

Liquidadores retirando los restos
El mundo entero debería postrarse ante estos verdaderos héroes, puesto que evitaron un desastre aún mayor. 

A día de hoy, seguimos sin ser conscientes de la repercusión de Chernobyl en nuestro tiempo. Miles de muertos, afectados directa o infirectamente en aquella época (aún sin cuantificar debido al hermetismo soviético), y lo que más sobrecoge: las consecuencias de hoy en día. 
No existen estudios fiables sobre la repercusión que tiene o tendrá esta hecatombe nuclear, pero las perspectivas no son buenas. Para esta conclusión hay que ser muy conscientes de que el mundo está interconectado, y que la contaminación se extendió por la URSS, Europa y parte del mundo en forma de nube tóxica en primera instancia, y como contaminación subyacente por todo el planeta con el paso de los años. Aunque algunos elementos peligrosos tienen una vida media de 30 años, quedan elementos que no desaparecerán del mundo hasta los 24.000 años. Por suerte, hoy en día el sarcófago erigido en los años 80 ha sido sustituído por otro nuevo que envuelve todo el reactor. Por desgracia, este nuevo y millonario sarcófago sólo "contendrá" el problema 100 años, después no tienen ni la más remota idea de como poner fin a esta lacra.
Como esta cifra es inimaginable en nuestra mente, retrocederé en el tiempo para que sea más comprensible. Hace 25.000 años el ser humano vivía en cuevas, se alimentaba de la caza y empezaba a hacer sus primeros pinitos en el mundo artístico. 


Imaginemos pues el número de generaciones que convivirán con la contaminación radioactiva. Aunque no depende de nosotros, sino de los intereses de las grandes compañías, el ser humano está condenado de por vida, y no tiene visos de cambiar. 
Casi 500 reactores operan en nuestro planeta hoy en día. Algunos de ellos ya han tenido pequeños accidentes, y dos (Fukushima y Chernobyl) han sido parcial o completamente destruidos. Hemos de ser conscientes de que un edificio, del tamaño de una "fábrica grande", es capaz de acabar o trastocar la vida de todo un continente o de un planeta entero. Aunque la energía nuclear es barata, entraña riesgos inimaginables. ¿Es limpia? Creo que por mucho que digan lo contrario, no lo es. La energía en sí es relativamente limpia, pero aún no sabemos donde meter los deshechos ultrapeligrosos que produce. Como metáfora podría decirse que hemos hecho una carretera que conduce al abismo. 
Como esto es un blog de viajes, dejaré de lado la historia y las reflexiones personales por un momento y me centraré en el viaje. 

Chernobyl se encuentra en la frontera entre Ucrania y Bielorrusia, rodeada de una zona de exclusión de 30 km. Se necesita un permiso especial para acceder a la zona de exclusión. Hoy en día Chernobyl se ha convertido en un pequeño fenómeno turístico en expansión y varios touroperadores hacen salidas desde Kiev en minibuses. Ellos se ocupan del papeleo y te asignan un guía que te resuelve las dudas sobre las zonas por las que vas pasando. 

Pase personalizado a la zona de exclusión
El filón del turismo "negro" como se ha denominado está en auge, y las touroperadoras no han perdido el tiempo. Puedes elegir entre el programa intensivo de un solo día, o pasar dos días durmiendo en Pripyat, hacer rutas personalizadas, etc. 

Cuando planteas un viaje a Chernobyl, surgen muchas emociones, y a su vez, numerosas dudas. Una de las más recurrentes es la seguridad. Nadie en sus cabales expondría su propio cuerpo a una radiación que pueda marcarle de por vida. Intentaré aconsejar al viajero desde mi punto de vista, aclarando que no soy ningún entendido en materia nuclear, aunque en mi defensa diré que he pasado muchas horas buscando y contrastando información. 
Las agencias de viajes "venden" Chernobyl como un sitio muy seguro, como ir de picnic al campo. Evidentemente, dicha afirmación escandalizaría a cualquiera, teniendo en cuenta de que aún no dominamos la tecnología radioactiva ni sus consecuencias a medio/largo plazo. La realidad es que vas a una zona de exclusión afectada por la radioactividad. Si bien en la mayoría de zonas no hay una radioactividad alta ni mucho menos, no podemos olvidar dónde estamos. En mi opinión, la zona es segura tomando las debidas precauciones. Los tours obligan a vestir de manera que expongas tu piel lo mínimo posible al ambiente. En mi opinión, aunque yo no lo hice, recomendaría una máscara de papel para evitar tragar polvo radioactivo. El resto de recomendaciones son claras: no comer ni beber en espacios abiertos, puesto que tragarías todo el polvo radioactivo de manera directa, no sentarse en el suelo ni depositar objetos en él (el piso está recubierto de sustancias que pueden estar contaminadas), no acercarte a animales que se encuentran en estado semi-salvaje, puesto que ellos en sí mismos contienen radioactividad (amén de otras enfermedades como la rabia). 
En definitiva, ¿es seguro ir a visitar Chernobyl? Yo diría que sí. 
¿Como visitar Chernobyl? Con respeto. Es algo que muchos olvidan, pero estarás en un escenario de devastación que provocó la muerte, la expropiación forzosa y otras miserias a sus habitantes. Aunque la zona forma parte del "morbo" y la curiosidad de muchos, debemos ser conscientes de la historia. Por elaborar una analogía, creo que la zona debe ser visitada como si visitamos un campo de concentración como Auschwitz.
Es muy recomendable visitar antes el museo de Chernobyl en Kiev, puesto que muestra el lado humano de todos los que allí perecieron y sufren hoy en día las consecuencias. Ver las caras de los "liquidadores" señalados con pegatinas de radioactividad mostrando su defunción nos hará sensibilizarnos y empatizar sobre lo allí ocurrido. 
Si no conocemos la catástrofe, también es un buen punto donde nutrirse de información al respecto y ver algunas de las piezas clave en toda esta historia. 

Museo de Chernobyl 
Los escolares más pequeños visitan habitualmente el museo para conocer su historia, y eso les ayuda a convivir con los problemas que ven a diario fruto del desastre radioactivo. 

Niños afectados ordenados en forma del núcleo del reactor
Una vez concienciados e informados, el viaje se nos hará más instructivo.

La zona de exclusión está delimitada por un control. Si mandas tus datos con antelación al touroperador él se encargará de todo, tú sólo esperas tu turno de entrar en la zona. 

Chernobyl comienza a estar masificado
El día que visitamos Chernobyl, quedó claro que la espectación por el lugar iba en aumento. Deduzco que dentro de unos años la forma de ver la zona cambiará radicalmente. 
Siempre se ha hablado de "la zona muerta", creo que ese calificativo se está empezando a quedar obsoleto. Un día de fin de semana pueden deambular por la zona unas 1000 personas.
La visita a la zona suele durar unas 10 horas,en las cuales se visitan las zonas exteriores, la central, y por supuesto, Pripyat. 

Control de la zona de exclusión
Conforme el viaje avanza hacía la capital, comenzaremos a ver señales de "peligro radioactivo" por doquier. Aunque la central está supuestamente aislada, la contaminación sigue estando presente en toda la zona. 
Además de las señales, se pueden visitar pequeños monumentos de homenaje. Uno de los más próximos es el monumento a los bomberos caídos. 

Monumento a los bomberos caídos
La zona sigue conteniendo símbolos soviéticos, como el monumento a Lenin.

Lenin sigue contemplando la zona desafiante
Uno de los puntos que más llama la atención es en el que se recuerdan las múltiples aldeas que tuvieron que ser destruidas, y posteriormente enterradas debido a su elevada contaminación. Una hilera de carteles nos recuerda el nombre de cada una de ellas. Hoy en día, unas pocas sobreviven en pie, y en su gran mayoría, habitadas por residentes de la zona que desistieron de una vida en la ciudad y volvieron a sus casas (a pesar de las reticencias del gobierno). 
¿Por qué volvieron? Cualquiera pensaría que estaban locos, pero todo tiene una explicación. La población de la antigua URSS (actual Ucrania), estaban acostumbrados a las guerras, la hambruna, el férreo control soviético y la corrupción de sus élites. Cuando fueron evacuados (supuestamente por 3 días), salieron casi "con lo puesto". Conforme avanzaba el tiempo comenzaron a ser conscientes de que nunca volverían a sus tierras. Fueron reubicados en ciudades, pero allí eran vistos como "apestados". Olvidados económicamente por su "Madre patria", muchos tomaron la determinación de volver a sus casas saltándose continuamente las restricciones del área de exclusión. Fue tal la insistencia, que el gobierno tuvo que permitir la vuelta de algunos a las áreas menos contaminadas. 
Desdichados por el trato recibido, muchos no comprendían la gravedad de la situación. En la guerra sabían que si las balas silbaban, corrían peligro de morir, pero en su propia tierra ningún sonido los amenazaba. A día de hoy muchos piensan que la radiación no existe, que es un invento, puesto que no se puede sentir, tocar, ver, ni oir. 
Objetivamente, son más felices en sus tierras contaminadas con su ganado y sus cultivos, que no en la ciudad donde carecen de oportunidades y están estigmatizados. 

Aldeas desaparecidas

La lista de aldeas es interminable
Delante de las hileras de aldeas "sacrificadas" hay una escultura impactante. Un ángel del apocalipsis nos da la bienvenida con un tono espectral. 


Este ángel no está por casualidad. Soy poco amante de la Biblia y sus conjeturas, pero cabe resaltar las escrituras en forma de profecía que se cumplieron en Chernobyl. 
Según algunos versículos del apocalipsis, Ajenjo, una estrella caída del cielo que todo lo amarga, hará que muchos hombres mueran por culpa de las aguas contaminadas.
Ajenjo es el nombre de una planta tóxica, que todo lo mata. Casualidad o no, Chernobyl significa literalmente "Ajenjo" en ruso, por lo que la profecía está cumplida.

Apocalípsis 8:10,11 dice así:"Y el tercer ángel tocó su trompeta. Y una gran estrella que ardía como una lampara cayo del cielo, y cayó sobre la tercera parte de los ríos y sobre las fuentes de aguas. Y el nombre dado a la estrella es ajenjo. Y la tercera parte de las aguas se torno en ajenjo, y muchos de los hombres murieron a causa de las aguas, porque se habían hecho amargas".

Detalle del ángel apocalíptico
Pero no todo es muerte y destrucción... En Chernobyl pueblo, la vida se abre paso. Los trabajadores del sarcófago, turistas, y otros habitantes, han hecho renacer el pueblo con pequeños edificios rehabilitados para diferentes usos. Los turistas pueden comer en cantinas habilitadas para ellos y los trabajadores, lo que da una sensación de extraña normalidad para estar dentro de una zona de exclusión.

Comida servida en una cantina de Chernobyl pueblo
Debido a que cada touroperador lleva una ruta, si visitáis Chernobyl y su entorno haréis las visitas en el órden que el organizador considere. 
Otro de los puntos que más llaman la atención es el cementerio de robots utilizados en los primeros días. A pesar de que la radiación los eliminó rápidamente, hoy en día todavía se pueden contemplar en un solar rodeado de señales que alertan de su radiación.


Y por fin: "el monstruo":
Tras unos kilómetros, la excursión avanza por distintas carreteras hasta vislumbrar el reluciente sarcófago recién instalado. Se puede ver desde varios puntos. Normalmente, las agencias te prestan un dosímetro para que experimentes con él y analices la radiación del entorno. 

El reactor número 4, a la izquierda de la imagen
La central absorbía agua del río Pripyat, refrigeraba el reactor y luego la volvía a verter al mismo río (con unos grados de más). Hay que recordar que el Pripyat es afluente del gran río Dniéper, que pasa por Kiev hasta desembocar en el mar Negro, lo que nos hace deducir que la radiación se extendió por todo su cauce. 
Según cuentan, los siluros (un pez de fondo de gran tamaño), siguen habitando el río, algunos con tamaños anormalmente gigantes. 
En el momento de la fotografía, la radiación estaba en niveles normales (para estar en una zona de exclusión). Parece que el nuevo sarcófago está cumpliendo sus objetivos. 
Si seguimos la carretera, esta nos hará rodear la central, dejándonos justo delante de la fachada oeste del reactor. 
En primer término, una pequeña estatua conmemora a los caídos en esta lucha contra la radioactividad. 

El monumento con la central de fondo
La entrada a la central está prohíbida, excepto a los trabajadores que tratan de recuperar la normalidad en las instalaciones. Cabe destacar que alguno de los reactores de Chernobyl siguieron funcionando después del accidente, hasta que finalmente se clausuró todo el complejo a finales del año 2000. Incluso tuvieron en la década de los 90 otro "incidente" relacionado con un incendio en el reactor número 2. Conclusión: el ser humano es el único que tropieza dos veces con la misma piedra. 
Si visitáis la zona, os recomiendo reflexionar sobre el tamaño del edificio y el daño que es capaz de causar siendo tan "pequeño". 

Lectura del dosímetro frente al sarcófago

Tras visitar el epicentro de la catástrofe, nos dirigimos a la ciudad abandonada de Pripyat. 

Cartel de Pripyat
Como ya sabréis o imaginaréis, Pripyat está completamente abandonada, invadida por la vegetación. Muchas de los edificios han sido saqueados, pero aún pueden observarse los enseres y muebles de quien dejó allí una vida atrás. Dada la altura de los árboles, los edificios aparecen de manera repentina, lo cual confunde mucho a nuestro cerebro y hace que nos desorientemos. 




Pese a estar en una zona extensa de bosque, la ciudad se estructuró con edificios de imponente altura. Todos los cristales fueron destrozados por los descontaminadores para evitar que la radiación se almacenara en el interior de los edificios. 

Máscara antigas en medio de la vegetación
Normalmente, el recorrido por la ciudad se hace a pie, no os extrañe encontraros con objetos "curiosos" esparcidos por todos los puntos del trayecto. 
Aun se conservan en los alrededores orugas de los robots descontaminadores y pinzas de demolición altamente contaminadas. Yo recomiendo acercarse pero no tocarlas. Parece una advertencia lógica, pero doy fé de que no es tan lógica para determinadas personas. 

Pinza de demolición y otros materiales
El silencio (sólo alterado por los allí presentes) se rompe cuando los dosímetros comienzan a alertar de los altos niveles de radioactividad. 



Pasaremos de una cifra en ambiente baja (entre 0.5 y 2) a cifras de tres o cuatro dígitos al acercarnos a estas piezas abandonadas.


Con unas mínimas precauciones, podremos acceder a los edificios ruinosos. En su interior, se observa el paso del tiempo, pero también nos dan una imagen clara de la vida de la época. 

El baño conserva todos sus elementos
Hay determinadas estampas que no se olvidan facilmente. 


Los pianos debían abundar en la era soviética, en un solo edificio llegamos a encontrar 3, habiendo visitado un reducido porcentaje de los pisos. 


Y por supuesto, hay que entrar en los edificios emblemáticos: la escuela, la piscina, el polideportivo, etc. 

Fachada exterior de la piscina
La piscina es uno de los símbolos de la ciudad, y desde luego no es para menos, su estado de conservación es muy aceptable. 

Interior de la piscina
Queda demostrado que el gobierno soviético quiso invertir en el ocio de sus trabajadores. Muchos de ellos se sometían a la cadena de mando autoritaria debido a que la pérdida del trabajo en la central supondría una vuelta a una vida de misería, o como poco, de menos lujo para aquella época. Probablemente este fue uno de los factores que llevo a los técnicos de la central a cometer una serie de errores fatales y a no desobedecer las órdenes a sabiendas de que no estaban siguiendo los pasos correctos del simulacro. 
Uno de los edificios más fotografiados es sin duda la escuela. En una de sus salas, miles de restos de máscaras antigás se depositan en una esquina. Hay quién opina que esas máscaras fueron colocadas intencionadamente para obtener una imagen postapocalíptica. Estando en el lugar, parece realmente que alguien se ha molestado en preparar el "atrezzo" del lugar para la foto. 



Sea un montaje o no, la verdad es que sigue siendo espeluznante. 


Restos de libros usados, mapas de la época, todo permanece impasible ante el paso del tiempo. 



Durante la visita, tenemos que prestar especial atención al suelo y a todo lo que nos rodea. Los senderos están llenos de ramas, hierros, y agujeros, en los que facilmente podríamos caer. En la ciudad el peligro viene en forma de cristales rotos, cascotes, maderas con clavos e improvisados andamios para sortear diferentes obstáculos. 
Sin duda, otro de los sitios más fotografíados es el parque de atracciones, que iba a ser inaugurado unos días después de la explosión, por lo que quedo intacto. Aunque lo rodee la vegetación, sigue conservando perfectamente su encanto y sus colores. Recomiendo andarse con cuidado en esta zona, puesto que los helicópteros que vertían Boro sobre el núcleo ardiente del reactor para frenar la reacción en cadena, aterrizaban en la explanada de este parque, por lo que la radiación aumenta exponencialmente, concentrada sobre todo en los objetos metálicos. El metal en Chernobyl ha actuado como esponja de la radiación, absorbiendo enormes cantidades de radioactividad. 

Noria de Pripyat

Este lugar es una gran paradoja: una zona de diversión para niños convertida en escenario apocalíptico. 
Pero no sólo está la noria, un desvencijado tiovivo, y los autos de choque conformaban parte de este parque sin inaugurar. 

Detalle de la noria
Tiovivo
A pesar de la alta radiación, nadie controla a los visitantes, y algunos cometen imprudencias como subirse a los coches de choque o colgarse de la noria. Como he escrito antes, no me parece una buena actitud para visitar la zona, por respeto (o falta de él) y por seguridad. 

Autos de choque
Tras visitar el parque de atracciones, los grupos se dividen para visitar los edificios aledaños. Hay alguno de ellos, que debido a su estado, ya no se pueden visitar, aunque los guías se saltan la norma y te permiten entrar "a hurtadillas" sin llamar mucho la atención. El polideportivo es uno de esos lugares.


Aunque la construcción parece solida, partes del edificio están en estado ruinoso. 

Detalle del polideportivo
Que decir tiene, que la zona de Chernobyl es el paraíso de los amantes de la fotografía. Cualquier rincón, cualquier vista, cualquier detalle, es digno de fotografíar.


En la zona, cualquier objeto cotidiano adquiere tintes perturbadores.


Tras visitar algunos edificios, el itinerario nos lleva a una de las principales avenidas de Pripyat, ya irreconocible. La vegetación es tan alta que cuesta creer que eso fuera el epicentro de la ciudad con amplías avenidas y carreteras asfaltadas. 

Avenida principal
En la avenida principal podréis contemplar edificios de oficinas de la antigua central, el primer supermercado de la URSS, un hotel y otros muchos más.

La hoz y el martillo siguen vigentes en Pripyat
Mural 

  
A pesar de que la mayoría de los edificios se mantienen casi intactos, algunos han acusado el paso del tiempo. Según los guías, las prisas por construir la nueva ciudad hicieron que no se tomaran muy en serio los materiales y los diseños, algo que el paso del tiempo no ha perdonado. En la imagen, una escuela de secundaria no ha soportado el peso y se ha derrumbado parcialmente.


Una de las zonas más concurridas en los tiempos de esplendor de Pripyat era el muelle y su café. Los habitantes pasaban allí sus ratos de ocio pescando y disfrutando de las vistas del río. 

Pripyat Café
Vistas desde el muelle
Todavía quedan restos de los barcos que transitaban el río.

Barco semi-hundido
Esta zona del muelle está muy contaminada, debido a que muchos de los vehículos y equipos fueron limpiados aquí. El agua contaminada era vertida directamente al río Pripyat, otro desastre medioambiental.
Y con esta visita al muelle damos por concluida la ronda por la ciudad fantasma.
Pero el viaje no acaba aquí. Una de las estructuras más imponentes de la era soviética nos espera: el radar Duga (el pájaro carpintero).
Este mastodóntico radar, estaba oculto de todas las miradas. Se plantaron miles de árboles a su alrededor haciéndolo invisible desde aldeas y carreteras. Estados Unidos y Europa conocían de su existencia, puesto que influía en todas las comunicaciones por radio. El ruido que se colaba por las antenas era como el de un pájaro carpintero perforando un árbol, de ahí su nombre.

Radar Duga
Como suele pasar con estas estructuras, por muchas fotos que coloque en este post, no harán justicia a su verdadero tamaño. El radar está compuesto de gigantescas barras verticales de acero, interconectadas entre sí por acumuladores y gruesos cables, que permitían captar transmisiones casi de todo el planeta. Aunque según los expertos, nunca llegó a cumplir sus espectativas. 
Como cabe esperar, el radar absorbió buena parte de la radiación y está completamente contaminado.




Con el paso de los años, se fueron elaborando teorías acerca de este radar y su relación directa con la catástrofe. Los más aventurados creen que países enemigos de la URSS boicotearon la central nuclear para anular el radar Duga. La operación de descontaminación habría dejado así al radar visible a los ojos de todos los países y restándole el factor de invisibilidad. Aunque algunos creen que es una teoría descabellada, la historia de nuestro mundo moderno está llena de ejemplos que darían la razón a esta teoría "conspiranoica". Países como USA no tienen ningún complejo en machacar a la población civil para conseguir sus objetivos geoestratégicos. En el caso de ataques nucleares, los estadounidenses ya habían demostrado sin ningún pudor sus "pocos escrúpulos" en Hirosima y Nagasaki. 
Probablemente, nunca sabremos si el desastre de Chernobyl fue una negligencia, un boicot, una suma de casualidades o un hecho fortuíto. 



Tras la visita al radar, nos encaminamos a abandonar el área de exclusión. Tanto los vehículos como las personas que han estado en la zona están obligados a pasar una revisión con unos aparatos que miden la radiación.
Al salir de la zona de exclusión, aconsejo que se tire toda la ropa para evitar que las partículas se vengan con nosotros de viaje y darse una buena ducha. 
Si has decidido visitar Chernobyl, recomiendo una lectura exhaustiva de lo que allí ocurrió. Una buena toma de contacto es el libro de Igor Kostin (fotógrafo) "Chernobyl, confesiones de un fotógrafo", donde veremos fotografías de los días posteriores, y el impactante relato de Svletana Aleksiévich "Voces de Chernobyl", un libro que relata las historias de los afectados por la catástrofe.