La desdicha de Riaño y su comarca comenzó a fraguarse en el siglo XIX, cuando los ingenieros de la época marcaron en sus planes la construcción de una gran presa entre dos de sus montañas colindantes, lo que provocaría la acumulación de agua en todo el valle, anegando toda la zona. Los ríos Esla y otros pequeños afluentes como el Orza, serían los encargados de ir llenando el vaso del pantano, inundando toda una comarca leonesa, que en aquel entonces tenía una vida extremadamente tranquila. Por suerte, el proyecto no sedujo a ninguna autoridad y quedó apartado en un cajón, hasta que el dictador Francisco Franco retomó aquella idea impulsado por sus asesores.
El régimen, al parecer, ya había olvidado la gigantesca tragedia de Ribadelago, ocurrida escasos años atrás, y sus catastróficas consecuencias. La negligencia, que tuvo que ser encubierta por los medios de comunicación de la época, no parecía haber hecho mella en la ambición del franquismo y sus obras hidráulicas.
El objetivo del embalse era poder abastecer de agua en los periodos más secos a toda la zona sur de la provincia de León, generando extensas zonas de cultivo a gran escala y otros menesteres. En 1963, comienzan a tomarse las primeras decisiones, y llegan las expropiaciones.
Riaño, Anciles, Salio, Éscaro, Huelde, Burón, La Puerta, Pedrosa del Rey y Vegacerneja acaban de firmar sin saberlo su sentencia de muerte.
Todas estas poblaciones comienzan a recibir a los emisarios estatales que comienzan las negociaciones de expropiación.
La noticia recorre el valle, mientras que los habitantes, en su mayoría agricultores y ganaderos, son obligados a sentarse a la mesa de diálogo teniendo escasa defensa a su disposición.
Aun así, la valentía de las gentes del valle comienza a boicotear los acuerdos, y ciertos focos de resistencia comienzan a elevar la voz. Como era de esperar, el régimen franquista aumenta la presión instigando y amenazando a todo aquel que muestra un mínimo resto de oposición.
A pesar de los intentos, las negociaciones fracasan una tras otra y el proyecto comienza a estancarse. Con la tregua aparente del conflicto, el estado maniobra y algunos vecinos comienzan a firmar los contratos que les despojarán de sus viviendas a cambio de lo que parece una justa contraprestación económica.
En 1969, y a pesar de las continuas oposiciones vecinales, comienzan las obras para levantar una gran presa que sellará la salida del valle de los ríos Orza y Esla, y la tensión vuelve a aumentar.
Bajo la amenaza de inundación, todos los edificios ven su seguridad comprometida, incluyendo un gran parador que se había construido en la zona, que recibía visitantes de todos los puntos de España. La actividad cesa de inmediato y el complejo es abandonado.
Según las autoridades, el edificio y su entorno serían reconstruidos en una cota elevada a orillas del nuevo pantano. Como era de esperar, este hecho nunca sucedió, y el parador jamás volvería a registrar visitantes.
Como se observa en las fotografías, Riaño y sus alrededores ofrecían estampas idílicas de la montaña leonesa, siendo considerado un destino con gran futuro y enormes posibilidades. Además, la zona mantenía una extensa variedad de especies ibéricas, destacando el oso y el lobo, grandes representantes de nuestra fauna. Como ya se puede imaginar, las obras causaron serias perturbaciones en el mundo natural, expulsando del valle a las especies más esquivas .
La década de los 70 trajo mucha incertidumbre a la comarca, ya que las obras se fueron bajando de ritmo e intensidad, hasta que cesaron en su totalidad dejando el gigantesco muro de contención inacabado. La inestabilidad dentro del régimen franquista, así como la llegada de la democracia, parecían haber truncado el proyecto y los vecinos estaban divididos. Los más optimistas consideraban que el peligro había pasado, y los pesimistas no daban al enemigo por vencido.
Ese larguísimo estado de espera, hizo que las inversiones se detuvieran en las poblaciones, y los más jóvenes se encontraban sin posibilidad de asentarse, por lo que comenzaron a emigrar a tierras más prósperas de los alrededores.
Con la llegada de Felipe González y el PSOE, el proyecto se reactiva, y la maquinaria vuelve a encaminarse a la presa para finalizar su construcción.
Bajo el lema "Riaño vive", la movilización vuelve a aumentar, y las manifestaciones de todo tipo no tardan en aparecer.
El argumento del gobierno socialista es claro: la presa debe finalizarse y el proyecto deber terminar por el "bien común".
Retomando las licencias de expropiación firmadas, el estado reclama los terrenos de todo el valle, argumentando que nuevos pueblos serán levantados cuando el agua anegue la zona.
Los vecinos exigían la renegociación de lo firmado, puesto que las cantidades monetarias se habían pactado dos décadas atrás, lo que provocaba su caída directa a la indigencia, ya que muchos de ellos solo optaban a una cantidad exigua de dinero.
Debido a este cruce de acusaciones, las negociaciones se antojaban imposibles. Además, el estado tenía una urgencia que trataba de ocultar, ya que si las obras se postergaban más allá del 1 de enero de 1988, la nueva directiva europea cambiaría las disposiciones, obligando a los responsables a reconstruir todas las casas y pueblos derribados. Estos aspectos legales, provocarían un agujero presupuestario evidente en el proyecto, dejándolo en evidencia.
Conscientes de este problema, los socialistas apretaron el acelerador, y las excavadoras comenzaron a llegar a Riaño y sus pueblos adyacentes. La guerra había comenzado.
Por desgracia para los habitantes, la maquinaria no había llegado en solitario, sino que era acompañada con un infinito despliegue policial nunca antes visto, más propio de un conflicto internacional.
Los vecinos, angustiados por su destino, no tuvieron más remedio que defender sus poblaciones, pero la fuerza policial era imparable. Cuando los uniformados conseguían desalojar una casa, esta era demolida en el momento, convirtiéndose este en el modus operandi habitual.
Uno a uno, todos los pueblos comenzaron a desaparecer de los mapas. Riaño y sus alrededores se iban convirtiendo en un gran solar que aumentaba en extensión con el paso de las semanas. Algunos de sus vecinos continuaban resistiendo en la calle, y cuando esta era tomada, subían a sus tejados.
Por desgracia, y debido a la gravedad de los acontecimientos, algunos decidieron suicidarse en el interior de los domicilios antes de ser desalojados, lo que hizo acrecentar aún más las protestas.
Pero no solo los vecinos sufrieron la coacción de las fuerzas de seguridad, ya que muchos periodistas denunciaron al cuerpo armado ante el delegado del gobierno por proferir amenazas contra ellos y ejercer la violencia en el transcurso de su trabajo en la zona.
A pesar de la creciente contestación popular, el gobierno socialista generó una niebla informativa sobre los acontecimientos, amparándose en los beneficios que tendría el embalse y las nuevas zonas que comenzaban ya a edificarse.
Con la llegada del invierno de 1987, el valle ya estaba irreconocible. Todas las construcciones de Riaño y sus pueblos vecinos, yacían convertidas en escombros.
El 31 de diciembre de ese año, a escasas horas de la entrada en vigor de la nueva directiva europea, se daban por concluidas las obras de la presa, la demolición, y la inauguración del nuevo pueblo de Riaño. De este modo, el estado se libró de pagar el reasentamiento de los vecinos y los destrozos causados por la propia nación a todas las localidades involucradas. Ante este panorama, no hubo ningún acto de inauguración de las distintas infraestructuras, escribiéndose una de las páginas más oscuras de la historia española.
A pesar de que una nueva población con el nombre de Riaño había sido creada, ya nada iba a ser igual en el valle. Muchos de los habitantes no disponían de espacio en la nueva villa y se asentaron en chabolas, ya que las indemnizaciones rozaban la total ridiculez. Para colmo, las señas de identidad de todos los núcleos urbanos habían sido literalmente voladas por los aires, ya que no solo las excavadoras fueron las encargadas de reducir a escombros todas las propiedades.
Como podemos observar en el clip de vídeo, el exterminio de Riaño y todo lo que significaba se acometió de una forma brutal. En el audio, los propios vecinos tratan de asimilar la impactante escena sin éxito. Mientras, otra parte de la muchedumbre reunida, profiere gritos contra las fuerzas policiales que asedian la localidad.
El desalojo de Riaño fue tan espectacular por su ferocidad, que se ganó el sobrenombre de "el Guernica del PSOE".
Pero el embalse no solo acabó con los símbolos del pasado y el presente del valle, sino que también aniquiló su futuro, ya que la gran tradición agrícola y ganadera de los municipios afectados se desarrollaba en la fértil llanura que ahora sería reemplazada por agua.
Ante los ojos de los antiguos habitantes de la zona, el pantano fue elevando gradualmente su nivel de agua, alimentado por los caudales de sus ríos adyacentes. En lugar de Riaño, el pueblo más habitado del valle, se erigía un tremendo viaducto que facilitaba las comunicaciones, pero que a sus vez alteraba gravemente el paisaje natural de la comarca. Como era previsible, muchos de los que allí vivieron tuvieron que emigrar forzosamente y el valle empezó a hundirse, al igual que lo habían hecho sus viviendas y calles.
De manera casi testimonial, se trasladaron y rehicieron una decena de edificios, que siempre guardaran la memoria de lo allí vivido.
Para sorpresa de nadie, el gran embalse no sirvió para reactivar las economías de las cuencas aguas abajo, y sus aguas apenas fueron aprovechadas para su uso primigenio. Como en otros proyectos similares, el dinero engordó las carteras de constructores y acompañantes de la clase política responsable a costa de hundir la economía de ese valle leonés.
En un intento por resistir, Riaño y sus alrededores trataron de sumarse al negocio turístico, que es una de las fuentes principales de riqueza de España, y sus esfuerzos son palpables. El desarrollo hotelero y del sector servicios, se ha visto implementado con el turismo de naturaleza, ya que las montañas que lo rodean albergan a día de hoy multitud de especies animales y vegetales.
En un proceso de adaptarse o morir, el pantano es utilizado a día de hoy para la realización de multitud de deportes acuáticos, y en sus pantalanes a pie de orilla, se puede disfrutar de un paseo en barco que recorre los puntos clave de la zona del valle que queda emergida.
El tranquilo paseo se realiza entre montañas, mientras que una proyección nos recuerda lo que un día fue el fondo del valle, hoy inundado. En la proyección, se explica con todo lujo de detalles lo que supuso para los habitantes los desalojos y las expropiaciones, haciendo hincapié en que nadie quiere olvidar los sucedido años atrás.
Mientras el capitán del pequeño barco maniobra, también podremos contemplar la riqueza botánica y faunística de la zona, ya que dependiendo de la hora y de la estación del año, algunos animales bajan a hidratarse a las frías aguas del Esla.
Como podemos observar en las imágenes, el gran circo montañoso que rodea la comarca leonesa, aporta un especial atractivo al paseo.
Cuando hayamos atravesado la zona ancha del vaso, el barco se encaminará hacia la salida del pantano, donde está situada la presa. En este momento, lo que en su día fueron montañas, hoy se han convertido en una suerte de acantilado artificial, confeccionando un paisaje extraño de ver en latitudes europeas tan meridionales.
Y es que en ocasiones, a Riaño se le conoce como el "fiordo español", y estas afirmaciones tienen gran fundamento en base a lo que el visitante observa desde la embarcación.
Sin duda alguna este paraje no deja indiferente a nadie, debido a las curiosas formas pétreas que la naturaleza ha creado gracias a sus tensiones internas. La combinación del agua y la piedra, sumado a la vibración de los motores del barco, crea un ambiente propicio a la relajación.
Sin la presa, tal vez la montaña leonesa no sería hoy parte de la "España vaciada", o tal vez sí, quién sabe. La pregunta es: ¿Estamos dispuestos a sacrificar todo por "el bien común"?
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