jueves, 9 de septiembre de 2021

Santa Marina Dozo (Pontevedra) La iglesia de la calavera

Nos trasladamos a tierras gallegas, las regiones donde el misticismo y la superstición se entremezclan con la vida rutinaria. Tierra de leyendas como la Santa Compaña, una hilera de almas penitentes que buscan su siguiente víctima vagando por los caminos, donde la persona que visiona la escena busca el refugio de los "cruceiros" para protegerse. Pero no es el único fenómeno que sigue patente hoy día, las "meigas", o brujas en castellano, son temidas y veneradas a partes iguales en las pequeñas aldeas que se resisten a perder sus misteriosas raíces. Y es que, Galicia sigue siendo terreno inexplorado para las mentes racionales. 

En Cambados, localidad pontevedresa donde el granito es abundante y marca la morfología del terreno, se encuentran las ruinas de lo que un día fue una iglesia en honor a la patrona de Cambados, Santa Mariña. 



No se sabe con certeza el inicio de la edificación, a caballo entre el siglo XV y siglo XVI, pero lo que sí se sabe es que Lope Sánchez de Ulloa inició las obras, seguido de su hija María de Ulloa, que la restauró y amplió considerablemente. Atribuir la construcción a la familia Ulloa es un poco pretencioso, puesto que una capilla románica ya se hallaba en el complejo desde siglos atrás. Como suele pasar, las construcciones antiguas van sucumbiendo bajo las piedras de los nuevos edificios con el paso de los años. 

Uno de los aspectos más destacados de Santa Mariña es su cementerio y la relación que esta iglesia parece tener con la muerte. Esta relación ha hecho que la zona viva un pequeño boom turístico auspiciado por el "tanatoturismo". A pesar de la contundencia de su nombre, esta rama del turismo convencional no es para nada "oscura", simplemente es el reconocimiento y admiración del arte funerario y sus enclaves más sonados. De hecho, Santa Mariña tiene el meritorio logro de ser "el cementerio más melancólico del mundo". La verdad es que pasear entre las tumbas, situadas a escasos metros del esqueleto de la iglesia es una experiencia grata y a su vez extraña. 


cementerio anexo a la iglesia


No quisiera desaprovechar esta ocasión que el contexto me brinda para explicar esta nueva variante de turismo en la que los creadores de este blog están profundamente interesados. Primero hemos de entender que el tanatoturismo se engloba dentro de un fenómeno mucho más grande: el "dark tourism" o el turismo oscuro. 
Desde que existe el turismo tal y como lo conocemos, los destinos más importantes se podrían catalogar en tres tipos: cultural, de descanso, y de aventura. Pues bien, dentro del turismo cultural está creciendo con fuerza el turismo oscuro, puesto que se trata de viajar a puntos que han marcado la historia a través de la tragedia, el accidente o el terror. Estaríamos hablando pues de la cara "b" del turismo histórico tradicional. A nivel mundial, tragedias como Auschwitz, Chernobyl o las torres gemelas han atraído la atención de muchos curiosos deseosos de conocer la historia en el lugar exacto donde se produjeron los hechos. Las compañías de viajes y promotoras locales, están empezando a aprovecharse del tirón y ya ofrecen en sus carteleras tours del misterio, creando un negocio que empieza a sorprender incluso a los responsables de estas campañas. A nivel sociológico, las grandes productoras de televisión no se han quedado atrás y están empezando a crear series y películas tratando de asomar al gran público a las grandes tragedias del mundo con éxitos más que demostrables. 
En España, como en casi todos los países, también tenemos nuestros puntos para el "Dark tourist", como el crimen de Alcasser o la matanza de Puerto Hurraco, que a pesar de los años transcurridos, siguen en boca del público general.


Y ahora, volvamos a Santa Mariña...
Cuenta la leyenda, que el tejado de la iglesia cayó estrepitosamente tras ser pronunciado un sermón en misa calificado de reprochable. Aunque se desconoce el contenido del discurso, se asegura que la ira de Dios castigó con dureza al edificio haciéndolo temblar y derribando su entramado superior. 
Aunque sin duda estamos hablando de una leyenda, el lugar tiene un impacto tremendo en quien lo visita, no ya por sus tumbas, sino por sus enigmáticas figuras y relieves relacionados con la muerte que alberga en sus maltrechas paredes. 


La calavera es un símbolo omnipresente en muchos puntos del complejo

Tras dos siglos de abandono (excepto la zona destinada a los enterramientos) Santa Mariña aun conserva paredes y elementos utilizados por los franciscanos, que habitaron la iglesia hasta el siglo XIX.


Detalle

En los capiteles y relieves de la iglesia, podemos todavía observar imágenes representativas de pasajes de la Biblia, tales como la expulsión del paraíso, Cristo y los apóstoles, o la visitación, resaltando en una de sus arcadas románicas, una escenificación de los siete pecados capitales. 
Sin duda, Santa Mariña es un monumento a visitar y a preservar, para que siga ejerciendo esa misteriosa atracción que crea en quien visita esta iglesia cambadesa. 

Santa Mariña (vista lateral)




lunes, 6 de septiembre de 2021

Cerro de Agras (Valencia). El volcán durmiente

Ante la pregunta de si existen volcanes en España, probablemente nuestro cerebro dibuje la silueta del colosal Teide, ubicado en la isla de Tenerife, que con 3715 metros se sitúa como el pico más alto de nuestra geografía. A su vez, los parajes volcánicos de las islas cercanas como Lanzarote o Gran Canaria son uno de los destinos imprescindibles si de fenómenos vulcanológicos se trata. Aún resuenan los ecos de aquella erupción volcánica subterránea desarrollada en la pequeña isla del Hierro en 2011 que hizo saltar todas las alarmas ante un inminente riesgo que acabó en un susto (por el momento). 

Lo que el ciudadano de a pie desconoce, es que en el interior de España, la existencia de volcanes no es frecuente, pero tampoco del todo extraña. La zona volcánica de la Garrotxa, cercana a la localidad catalana de Olot es un claro ejemplo.

Hoy, nuestro silencioso protagonista es el cerro de Agras, ubicado en pleno corazón de la Comunidad Valenciana. El también conocido como "El volcán de Cofrentes", nombre de la localidad cercana ubicada en sus faldas, se levanta sigiloso, camuflado por la vegetación. Este singular cerro, de 527 metros, guarda en su interior un fascinante recuerdo combinando geología y vulcanismo a partes iguales. 


Cráter del Cerro de Agras

Hoy en día, el volcán de Cofrentes se nos muestra desfigurado, puesto que en la década de los 80, una explotación minera, dedicada a la recolección de lavas y otros minerales, arrasó con la formación original del cráter y sus faldas. Aun así, todavía quedan tímidas paredes supervivientes a la actividad humana, permitiéndonos reconstruir con un poco de imaginación el volcán completo. 

A pesar de su estado actual, el volcán de Cofrentes es "moderno" según los expertos, puesto que se creó y tuvo actividad en los últimos dos millones de años. Está incluido en la categoría "Estratovolcán", que tiene entre sus características principales ser un volcán cónico, de riscos empinados y erupciones periódicas y explosivas. De hecho, en pleno cráter, aún existe una gran roca, que en su tiempo fue una de las expulsadas violentamente del incandescente interior de la tierra.



En las paredes superiores, aun se aprecian los restos de materiales magmáticos y su gran diversidad de minerales y otros productos subyacentes. De hecho, a pesar de tener la categoría de (durmiente), la actividad en su interior es frenética. A 15 kilómetros de profundidad, las materias incandescentes siguen reaccionando, creando corrientes ascendentes de gas, que hoy en día son aprovechadas como aguas termales en los balnearios cercanos como medida terapéutica o simplemente con fines lúdicos. Los hervideros, que es como se conoce a este tipo de fenómeno, son muy frecuentes en la zona, desembocando a escasos cientos de metros del cráter principal. 


Detalle de la lava que rodea la zona


Además de los balnearios, los alrededores del Cerro de Agras están plagados de senderos y rutas para hacer a pie, y cuenta con caminos que permiten acceder hasta la zona alta donde encontramos varios letreros explicativos. Tanto en el ascenso como en el descenso, podremos apreciar las coladas de lava resultantes de la última erupción, aunque la propia naturaleza va cubriendo esos recuerdos en forma de vegetación, dando al bosque un aspecto amigable. 


Las faldas aún presentan un tono negruzco que emerge de la piedra

Normalmente, las coladas de lava y otros elementos expulsados por los volcanes se convierten en auténticos vergeles, puesto que los compuestos incandescentes, con el paso del tiempo, crean suelos extremadamente fértiles. 
En tiempos no tan remotos, el imperio romano aprovechó estos terrenos en las faldas de un monte que en aquel momento no hizo sospechar ni alertar de su peligro mortal: El Vesubio. Este pacífico monte, erupcionó en el año 79 desencadenando la masacre de los ciudadanos de Pompeya, Herculano y otras pequeñas ciudades que sucumbieron a la erupción. Si quieres saber más sobre esta catástrofe pulsa aquí.   
Probablemente, el volcán de Cofrentes siga así, dormido, emitiendo pequeñas fuentes de calor y gases aparentemente inocuos para la vida, pero... ¿Y si no fuera así?. 
Si un día el cerro decidiera abrir la boca, sería a ciencia cierta de manera explosiva. A pesar de este matiz, no tendría porque repetirse una tragedia como la ya citada de Pompeya, pero cuando la naturaleza entra en acción es impredecible, y sobre todo, imparable. Si el Volcán de Cofrentes explotara y su erupción se orientara al norte, el pequeño pueblo podría estar en apuros. Pero esto no es todo, si algún piroclasto superara el río y la localidad, tendría a la vista un objetivo más suculento: una central nuclear. 
Aunque suene a burla típica de serie de entretenimiento, el emplazamiento elegido para la central se ubica a escasos 3 kilómetros del cráter del volcán. En una ciencia en crecimiento, por no decir en pañales como es la vulcanología, en la que la gran cantidad de factores a tener en cuenta hacen imposible predecir una erupción, no parece muy sensato ubicar allí un edificio capaz de arrasar con buena parte del territorio. 
En la historia reciente de la humanidad, las fuerzas naturales destruyeron buena parte de los reactores de Fukushima en Japón en 2011, y los múltiples errores humanos y de egos estuvieron a punto de acabar con el continente europeo en 1986 en la ciudad soviética de Chernobyl (tragedia incluida en este blog)


Central Nuclear de Cofrentes desde el cráter

Esperemos que el Cerro de Agras siga siendo un atractivo destino turístico, geológico y vulcanológico, y no llegue a acontecer ningún suceso del que la especie humana deba arrepentirse (de nuevo). 


La central, a tiro de piedra del volcán.



jueves, 2 de septiembre de 2021

Cívica (Guadalajara) El misterio anclado en la roca

Adentrándonos en el noreste de la provincia de Guadalajara, donde las carreteras se adornan en verano con los coloridos campos de girasoles y lavanda, podremos disfrutar de parajes muy valiosos del entorno conocido como la Alcarria, tierras narradas en los libros de grandes escritores. Abundantes yacimientos, que cuentan historias de dinosaurios y primeros pobladores, castillos y leyendas que huelen a otros tiempos pasados. 

Tras serpentear por las carreteras secundarias acomodadas al relieve de las lomas y montañas, en un entorno donde los acuíferos y manantiales son abundantes, nos encontramos con un enclave más que singular. Al borde de la carretera CM-2011, entre Valderebollo y Villaviciosa de Tajuña, como salidas de la nada, hallaremos las ruinas de Cívica.



Este misterioso lugar definido como aldea, y solapado a las paredes del valle creado por el río Tajuña, es difícil de describir a ciencia cierta, pues poco se sabe del uso primigenio de esta singular construcción. Las teorías apuntan a que se reutilizaron ciertas cuevas existentes en la montaña, probablemente antiguos eremitorios aprovechando las oquedades existentes, aunque nadie ha podido corroborar este hecho. Hay que remontarse a 1441 para encontrar la primera datación escrita, en la que se narra la venta del lugar a los monjes Jerónimos de Villaviciosa a su legítimo dueño, Antón Díaz, que residía en una localidad cercana. Al parecer, en ese momento en Cívica solo había una casa y una pequeña granja adosada a ella. Tras esta fecha, la aldea entra en una penumbra histórica de la que apenas se sabe nada. Algunas fuentes señalan que en las hoy ruinas de la aldea se asentaba una fábrica de papel, de la que no quedó rastro ninguno, como si nadie quisiera tomar el testigo histórico de la construcción.

Lo que parece cierto, es que hace escasamente 80 años se inicia la construcción que daría forma a la actual apariencia que guarda hoy en día, unas obras que fueron auspiciadas por el sacerdote de Valderebollo. Se desconocen las motivaciones que llevaron a este personaje a realizar semejante obra, aunque también se sabe que miembros del clero fueron añadiendo barandillas y otras pequeñas mejoras en años no tan lejanos a la actualidad. A pesar de estos esfuerzos, la compleja construcción fue quedando en el olvido, deteriorándose. Usada como vivienda temporal de diversas personas, incluso como bar, nadie parece interesado en mantener el edificio en buen estado. El abandono de sus propietarios, se refleja en los rumores que hablan de que la zona se encuentra en venta, incluso datan en 36000 euros la cantidad a pagar por parte de quien se quiera hacer cargo de esta maravilla-ruina de la Alcarria.



Pero no todo es abandono en Cívica. En la parte superior de la pared kárstica, un diseminado de casas residenciales está casi acoplado a ella. A día de hoy, sus moradores no parecen estar muy a gusto con las visitas de los forasteros, y quien quiera que acceda a la parte superior es increpado y dirigido por firmes dedos índices a recular de nuevo hasta la carretera y tener solo una vista frontal. Probablemente, los habitantes de estas tranquilas tierras estén hartos de merodeadores y excursionistas, interesados en acceder al complejo por todos los puntos posibles. 


Vista lateral, desde la subida hacia las casas habitadas

En la imagen, podemos observar como la construcción de Cívica plasma la arquitectura moderna asentándose en la antigua pared kárstica, muy habitual en este entorno de la Alcarria. Esta roca, muy fácilmente erosionable, permite el paso del abundante agua subterránea, creando cascadas naturales a escasos metros del complejo. 

La protección que brinda la roca, sumado a la abundancia de agua, hacen de este paraje un terreno fértil para los cultivos. 


Cascada natural

Aunque carezca de excesiva historia, esta "pequeña Capadocia" de Guadalajara es digna de visitar, pero hemos de advertir que a día de hoy se encuentra en estado de ruina y abandono, hasta tal punto que la peligrosidad es alta si uno se aventura a recorrer sus estrechos pasadizos interiores. Varios carteles y cadenas nos recuerdan el ya consabido "prohibido el paso", muy recurrente en lugares abandonados.


Vista interior de la construcción


Tal vez, en un futuro, alguna entidad pública o privada vean el filón de este curioso lugar y decida dar el paso de rehabilitarlo por completo y darle un uso para que no siga cayendo piedra a piedra.


  


lunes, 12 de julio de 2021

Del sueño a la pesadilla: Los campings de la tragedia

 

A veces, los lugares más bellos esconden tragedias que el tiempo se ha encargado de difuminar y borrar paulatinamente, aunque en ocasiones, perduran en la memoria inalterables para los afectados. 

Los Alfaques (Tarragona)

El municipio de Alcanar, anclado en un paraíso costero, envuelto en el olor a salitre y rodeado de la exuberante flora y fauna del Delta del Ebro, esconde una de las mayores tragedias ocurridas en un camping de toda Europa. Un accidente, borró de la faz de la tierra la casi totalidad del recinto, con todos aquellos que disfrutaban de sus vacaciones en su interior. 

El 11 de julio de 1978, pasado el mediodía, un camión de la empresa Enpetrol, comienza su ruta desde Tarragona transportando su cisterna cargada con 25000 litros de Propileno, un gas licuado altamente inflamable. El viaje transcurre con normalidad, hasta que una serie de factores desencadenan el accidente. El conductor, cambia su itinerario debido a que no llevaba dinero encima para pagar el peaje de la autopista, lo que le lleva a recorrer la costa por la carretera nacional N-340 hasta su destino, Alicante. El transporte pasa por la turística y abarrotada ciudad de Sant Carles de la Rápita, en la que en ese momento veranean unas 20000 personas, todas apostadas a ambos lados de la carretera nacional.  

En torno a las 14:30, el transporte ha sobrepasado Sant Carles y se aproxima al camping Los Alfaques, situado entre el mar y la carretera. Una serie de factores humanos y ambientales se alinean para crear una auténtica masacre. El sobrellenado de la cisterna, tasado en unos 6000 litros de más, y el calor propio de julio, hacen que el Propileno comience a dilatarse en el interior del transporte, creando sobrepresiones inaguantables para las paredes del depósito. En un momento dado, los materiales ceden y la cisterna estalla en varias partes, elevándola como si de una pluma se tratara. En su inesperado viaje aéreo, la cisterna derrama todo el material inflamable a ambos lados de la carretera, pero sobre todo hacia el lado Este, donde se encuentran los campistas. Una gran bola de fuego arrasa la zona en un amplio perímetro, convirtiendo el camping en un infierno. 


Mapa ilustrativo de la explosión

El fuego, convertido en una ráfaga que todo lo arrasa, calcina todo lo que encuentra a su paso, incluyendo las numerosas bombonas de gas de la que disponen los campistas en sus parcelas, provocando una reacción en cadena que parece no tener fin. 

La nube abrasiva llega a entrar en contacto con el mar, donde vaporiza el agua imposibilitando la huida de los escasos campistas que trataron de saltar al agua como última alternativa. La investigación posterior de lo sucedido cifraría en 2000ºC la temperatura alcanzada. Para hacernos una idea, el hierro tiene una temperatura de fusión de 1538ºC. 

Inevitablemente, la llamarada destruye estructuras y a sus moradores, matándolos en el acto o dejándolos gravemente heridos. 





En pocos segundos, el caos se apodera de la zona, vecinos del lugar y supervivientes, comienzan a buscar restos de vida en el camping, aunque en la mayoría de casos sus esfuerzos fueron en vano, pues poco se podía hacer ya por los damnificados. 
Decenas de coches particulares comenzaron a trasladar a los heridos de distinta consideración a los hospitales, puesto que los servicios de emergencia tardaron unos 45 minutos en llegar a la zona del accidente. Por otra parte, los cadáveres que se encontraban diseminados por una amplia extensión, eran introducidos en bolsas para su posterior identificación.
De las 800 personas que estaban inscritas y alojadas en el camping, se calcula que la explosión afecto a más de la mitad, unas 500. El saldo resultante de víctimas ascendió a 217 muertos, y unos 300 heridos. Milagrosamente, el azar o el destino logró que algunos de los campistas afectados consiguieran salvarse por centímetros o segundos de morir alcanzados por la deflagración. 



Como muestran las imágenes, debió de resultar casi imposible salvarse de una muerte más que previsible.
Pero no solo el camping se vio afectado, algunas casas y una discoteca cercana quedaron completamente destruidas, en el otro lado de la carretera, dejando un panorama devastador. 
Para mayor desolación de los supervivientes y familiares de las víctimas, llegó el momento de identificar a las víctimas. 
El cementerio de Tortosa, fue el escenario macabro de las ruedas de identificación. Más de 100 ataúdes se dispusieron en línea con los restos carbonizados de los habitantes eventuales del camping, bañados en un producto químico para evitar su descomposición. En algunos casos, el estado de los cuerpos imposibilitó el reconocimiento de los familiares, y posteriormente algunos fueron enterrados en una fosa común. 
Para comprender la épica labor de reconocer los cadáveres, tenemos que pensar que los procedimientos forenses no eran tan avanzados como en la actualidad, además del elevado número de fallecidos. Algunos de los especialistas que trabajaron en el lugar cuentan que hicieron la autopsia a una sandía pensando que era una cabeza humana, puesto que era incluso difícil reconocer algunas partes de los cuerpos.

Vista del antiguo cementerio de Tortosa

En la actualidad, todo ha cambiado. El camping (que nunca llegó a cerrar completamente) permanece abierto a día de hoy. Es más, muchos de los que allí se hayan alojados no conocen la historia de un accidente del que apenas quedan huellas visibles. 

Vista frontal del camping en la actualidad

La fachada, apenas ha tenido cambios en estas décadas, y mantiene una morfología similar a la del camping original. De hecho, la carretera nacional sigue pasando justo por delante de su entrada principal. Cabe resaltar, que este cúmulo de negligencias que llevaron al desastre, forzaron a las autoridades a crear un marco legal estricto en cuanto al transporte de mercancías peligrosas por carretera. A día de hoy, sería casi imposible pasar por un núcleo urbano con un camión sobrecargado como antaño. 





Una vez en el interior, la tranquilidad y la normalidad que se respira, no hace intuir al visitante los hechos anteriormente narrados. El camping ha sido remodelado en varias fases ofreciendo un aspecto apetecible para los campistas, que vuelven a llenar sus parcelas. 


Memorial por las víctimas

En la parte sur del camping, un humilde memorial adosado a uno de los edificios es el único recuerdo de lo que allí aconteció.  
Aunque la gente de la zona ha preferido digerir la tragedia y pasar página, el camping cuenta con numerosas visitas "extra" de personas interesadas en la conexión de lo allí sucedido y el terreno de lo puramente paranormal. Algunos reconocidos programas de televisión y radio se han hecho eco de las multitudes de visiones recogidas de boca de muchos testigos presenciales. Quizá, la más conocida es una aterradora aparición que se proyecta en la carretera colindante. Siempre de noche, en el silencio de la oscuridad, un grupo de personas, incluidos niños y niñas de corta edad, pertrechados con artículos de playa, recorren las inmediaciones del camping ante los asombrados conductores que los han observado.
Los atónitos testigos, afirman que las presencias no poseen cara, sino un rostro desfigurado y oscuro como el carbón. 
En la playa que baña todo el camping, donde el agua se convirtió en vapor azuzada por las llamas, también se han avistados ruidos de pisadas y siluetas humanas deambulando por la playa.  Evidentemente, si hacemos caso a las teorías poco convencionales que afirman que en los lugares de grandes tragedias algo queda anclado, este enclave tiene que ser un punto seguro de avistamientos  paranormales. 





Camping "Las nieves" (Huesca)

Construido junto al emblemático pueblo de Biescas, en pleno pirineo, se encontraba uno de los campings más conocidos (por desgracia) de los años 90. 
El conjunto turístico estaba protegido al oeste por las faldas empinadas de la montaña, con abundantes bosques de coníferas y robledales, y mecido al este por el río Gállego, que atraviesa el fondo del valle y que tiene su nacimiento en el alto pirineo. Conectando los dos espacios, el barranco de Arás era un conjunto de represas y escalones, construidos durante el franquismo para defender a la población cercana de posibles inundaciones. Los propios muretes del barranco, delimitaban el camping en su fachada norte, desde donde se podía apreciar los tejados de pizarra de Biescas situado apenas un kilómetro aguas arriba del Gállego.


Foto del camping en pleno funcionamiento (fuente: blogcamping.com)

El camping era un recinto bien cuidado y con una ubicación excelente, convirtiéndolo en un espacio ideal para pernoctar cerca de las grandes cordilleras del Pirineo.
Tras el edificio principal, se encontraban hileras en de parcelas en forma ascendente, acoplándose a la inclinación de la montaña. Un entorno idílico en el que cientos de personas disfrutaban de sus vacaciones que pronto se convirtió en un infierno. 


Barranco de Arás


El 7 de agosto de 1996, la furia de la naturaleza estalló en forma de tormenta. A media tarde, y como era habitual en los días de verano, las corrientes de las montañas se alteraban generando células tormentosas. Los rayos, predecesores de la que se avecinaba, dejaron cortes de luz intermitentes en la zona, y la señal de televisión desapareció inmediatamente (algo muy habitual en la zona en aquella época). El sol se cubrió rápidamente y centenares de litros de agua se precipitaron de manera violenta sobre Biescas y sus alrededores. 

Para algunos, la tormenta fue un espectáculo más del pirineo, pero para los moradores del camping, los problemas asociados al fenómeno atmosférico empeoraban sin cesar. 

Muchos de los campistas eran habituales de la zona, y ya conocían el clima cambiante del Pirineo, pero aun así, la situación comenzó a sobrepasarles. El agua comenzó a recorrer los valles superiores que alimentaban el Arás. A escasos centenares de metros del camping, la fuerza del agua comenzaba a mover las primeras piedras en los tres pueblos que dan nombre a sus respectivas cuencas (Aso, Yosa y Betés). Conforme la tormenta iba recrudeciéndose, los materiales arrastrados crecieron en velocidad y tamaño. El aluvión de piedras y troncos de árboles se desplazaba rápidamente hacia su estrecha salida, justo encima del camping Las Nieves. 

El agua, ya imparable, dio sus primeros avisos en el camping desbordando el barranco y muchos de los usuarios de las estructuras más débiles comenzaron a refugiarse en los edificios del camping, incluso muchos de ellos se trasladaron a Biescas en busca de refugio y para tratar de olvidar la tensión creciente que se vivía en el camping.

Algunos de los testigos que aguantaron en sus parcelas, narran que una gran ola arrasó todo lo que se interponía en su camino. El agua, que ya sonaba como una catarata, empujó hacía el río Gállego caravanas, coches, tiendas y, por supuesto, personas. El camping sucumbió ante el caos de la riada. 

A los pocos minutos, las voces de alerta comenzaron a llegar a Biescas, y decenas de particulares se desplazaron en sus coches a los alrededores del camping, donde las primeras escenas desgarradoras comenzaban a dibujarse. Para desgracia de los que luchaban por encontrar a sus familiares, la noche cayó fulminante sobre lo poco que quedaba en pie. La lluvia, incesante, convirtió en un infierno la zona asolada por la riada. 


Voluntarios y profesionales colaboraban en el rescate

Mientras varios de los campistas eran rescatados y asentados en el pabellón y la residencia del pueblo, muchos particulares no dudaron en acoger a aquellos que deambulaban por las calles del hasta entonces tranquilo pueblo todavía desorientados. El trasiego de sirenas fue incesante toda la noche trasladando heridos a los hospitales de Huesca, Jaca y cualquier lugar donde existiera la más mínima atención médica.

Pese a la confusión y las noticias cruzadas, el amanecer demostró la magnitud de la tragedia.


Fuente: Antena3

Los trabajos de auxilio se extendieron en el tiempo, puesto que muchas personas habían quedado atrapadas. Además, muchos campistas se encontraban a lo largo del río Gállego aferrados a la vegetación de las orillas, luchando por no sucumbir a la potente corriente que éste había adquirido.

El aluvión arrastró a sus anchas todos los elementos móviles del camping hasta la localidad cercana de Sabiñánigo,  donde quedaron varados en una presa. El funesto recorrido de los enseres y cadáveres recorrió unos 12 kilómetros a través del desbocado río. 


Restos de caravanas orientados hacia el río

Mientras, en la zona del camping, supervivientes y curiosos observaban como la fuerza del agua había "trasladado" el camping al otro lado de la carretera, provocando incluso el corrimiento del asfalto, atrapando a personas bajo el deslizamiento. 



Miembros de rescate recuperando los cuerpos bajo el asfalto

La tragedia se vio amplificada por los materiales de arrastre, que rompieron las finas paredes de los vehículos campistas, negando cualquier posibilidad de supervivencia. Cuando las piedras no hacían añicos las estructuras, eran los troncos los que penetraban en las caravanas, y el fango las saturaba en segundos. 




Las listas de desaparecidos aumentaban y disminuían, puesto que las autoridades se vieron desbordadas ante el ingente número de heridos y fallecidos. En Jaca, una de las localidades más importantes de la zona, la pista deportiva de hielo fue la morgue improvisada elegida para el reconocimiento de los cadáveres. 

El balance total de la tragedia se saldo con 86 muertos en un principio, ya que un cadáver tardó más de un año en aparecer, aprisionado bajo unas enormes rocas, llegando al resultado final de 87 personas muertas. Por otra parte, los heridos llegaron casi a los 200. Según cálculos estimativos, el camping albergaba unas 500 personas en el momento de la catástrofe. 

 En los días posteriores, se consiguió identificar a la totalidad de las víctimas, y las familias regresaron a sus lugares de origen. 


Vista general del edificio principal y sus alrededores

Tras meses de investigación, apenas se dilucidaron responsabilidades, pero se llegó a la conclusión que el camping nunca debería de haberse edificado en una cuenca fluvial tan peligrosa. De hecho, el barranco de Arás ya había dado avisos previos de su peligrosidad en 1913 y 1929. A pesar de que muchos informes técnicos recomendaban no urbanizar en la zona, el auge del turismo y la edificación voraz pudo más que la sensatez de una tragedia que se podía haber evitado. 

Meses después de la catástrofe, se reforzaron las presas y los muros de contención a lo largo de todo el cauce, incluso se construyó otro brazo de desagüe que bordea el camping en su zona sur, para prevenir de las inciertas pero seguras riadas en el futuro. 

A día de hoy, aun son visibles estructuras reconocibles del camping. La recepción, los baños, la delimitación de las parcelas y un sencillo homenaje presiden la zona en un estado de abandono total. 


Memorial