miércoles, 18 de diciembre de 2024

Red de transmisiones: las antenas a ras del cielo.

 Corría en España la década de los 70. La tecnología iba avanzando y las necesidades apremiaban en la construcción de un sistema de comunicaciones eficaz e inquebrantable. La tecnología de ondas de microondas estaba en auge y muchas eran las antenas que habían demostrado ya su emergente valor. 

El régimen de Franco comenzó a diseñar una red de bases militares en las cimas más pronunciadas de la zona centro española, donde se ubicarían puestos de mando y decenas de repetidores, asegurando así una rápida respuesta en caso de conflicto interno y externo. 

En Castilla y León, pero muy cerca de la frontera con Cantabria, se erigió una de estas bases, en la zona montañosa conocida como "Picón Blanco". El enclave, bautizado con el nombre de CT-9 (Centro de Transmisiones 9), estaba a una altitud de 1529 metros, no muy lejos de la población de Espinosa de los Monteros. 

La carretera que unía esta población con el pico fue la utilizada para subir todos los elementos de construcción necesarios para erigir el complejo, y como era de esperar, no fue tarea fácil, ya que las condiciones climáticas de la zona eran a menudo de las más duras de la península. 


Nevada en la carretera. Fuente: Viajero histórico


A pesar de la nieve y el viento, el centro de transmisiones se inauguró y comenzó a operar en una red de antenas que se conectaban entre sí, y emitían información constante a Madrid, donde se hallaba el mando central. 

Los potentes repetidores, que utilizaban en un principio la tecnología de microondas, tenían la particularidad de que para funcionar a plena potencia, debían estar al alcance visual entre ellos, lo que hacía que mejorara sustancialmente las señales emitidas. Por este motivo, era de imperiosa necesidad que se situaran y sincronizaran en los altos más elevados de la península. A su vez, necesitaban contar con unas mínimas infraestructuras de transporte, ya que requerían un flujo constante de mercancías y personas. 


Picón Blanco CT-9 Fuente: Viajero histórico


Además del personal especializado en telecomunicaciones, decenas de jóvenes, forzados a servir a la patria mediante el servicio militar, fueron enviados a la base para trabajos menos cualificados. 

Estas bases castrenses, disponían de multitud de servicios destinados al ocio en su interior, como salones de descanso, bares, incluso alguno disponía de una biblioteca, como era el caso del CT-9. Así pues, los reclutas y el resto del personal podían disfrutar de las largas estancias en el complejo en sus horas destinadas al descanso. El resto de edificios se usaban para las propias comunicaciones, además de contar con servicios de taller de maquinaria y otros menesteres empleados en el día a día. 

A pesar del continuo movimiento de personas y equipos, estas bases fueron construidas con secretismo, ya que el régimen no permitía conocer ni la ubicación ni el fin de ninguna de las bases. 

En un primer momento, estas instalaciones servirían para mantener en comunicación constante a la marina y el ejercito de tierra, pero en los años posteriores, se sumó también una fuerza aérea, cada vez más compleja y avanzada tecnológicamente. Toda la información era dirigida hacia los responsables militares y políticos, que controlaban los mensajes desde sus despachos en Moncloa y El Pardo.

El progresivo aumento de la tecnología satelital, y la necesidad de comunicaciones más complejas y seguras, hizo que estas bases carecieran de sentido, así que fueron abandonadas progresivamente cayendo totalmente en el olvido. Cuando el año 2000 llegó, ninguno de estos emplazamientos se encontraba en uso. 

El desmantelamiento de los materiales sensibles y la falta de seguridad, provocó que los rapiñadores actuaran, aun así, hasta hace poco todavía se podían contemplar sus estructuras principales y pasear por sus instalaciones. Por supuesto, no todo aquel que deambula por la zona lo hace con malos propósitos. Estoy convencido que decenas de seguidores de la tendencia "Urbex" pasan por ahí, pero su estancia pasa inadvertida ya que no queda huella alguna, lo que es motivo de alegría.


Picón Blanco con una de sus garitas de vigilancia


Sin embargo, el destino final del edificio se iba a decidir en un despacho y no sobre el terreno. Debido a las implantación de nuevas leyes medioambientales más restrictivas, las instalaciones del Picón Blanco comenzaron a ser demolidas en 2023, lo que culminará con un proceso de renaturalización que devolverá la zona a su aspecto primigenio. 


Picón Blanco y su calle principal


Como apreciamos en las imágenes, muchos de los edificios comienzan a sentir la mano de los saqueadores y el clima está haciendo estragos en paredes y techos, que progresivamente estaban empezando a convertirse en un peligro para los paseantes que lo visitaban. 

La demacrada infraestructura, que hasta el 2023 estaba siendo usada como corrales por la multitud de ganaderos de la zona, volverá a integrarse en la extensa red de pastos que conforman las laderas del Picón Blanco y los adyacentes valles pasiegos. 


Alrededores de la base


Dispersas por toda la península, aun quedan en pie más de 15 bases pertenecientes a este ambicioso proyecto de telecomunicaciones. En la localidad de Bustares, en Guadalajara, encontramos lo que en su día fue el CT-1, en la segunda cima más alta del llamado "Alto Rey". 

Esta vez, el centro de comunicaciones se encuentra a una altura de 1803 metros, y sus imponentes vistas hacen que podamos ver el skyline de Madrid a simple vista si las nubosidad no lo impide. 

De momento, el centro de Bustares no se encuentra amenazado por una orden de demolición directa, como su homólogo burgalés, aunque no es descartable ya que se haya en la misma situación. 


Carretera de acceso al CT-1



Una vez atravesado el pueblo de Bustares, la zigzagueante carretera comienza su ascenso hacia el Alto Rey, en un paisaje sin apenas vegetación. La vía, escasamente transitada, pasa pegada a las vallas que a día de hoy siguen en pie, delimitando el territorio de la antigua  base.

Lo que hoy es un territorio escasamente poblado y con infraestructuras casi abandonadas, en otros tiempos debió de ser un hervidero de camiones y vehículos militares abasteciendo el centro de transmisiones.
 

CT-1 en funcionamiento en los años 80


Como su "hermano" burgalés, fue despojado de sus grandes antenas y repetidores de uso militar, aunque a día de hoy todavía permanecen dos colosales estructuras de uso civil en su zona más elevada. 


CT-1 vista general



Desde el año 1999, la erosión y los expoliadores han hecho de las suyas en el interior de los edificios, pero aún son reconocibles algunas secciones, que en su día albergaban talleres o salas comunes destinadas al ocio. 


Foso de uno de los talleres


La base, situada a gran altura sobre la llanura manchega, seguramente requirió de vehículos quitanieves para despejar la carretera en invierno, ya que es fácil que la nieve comenzara a cotas muy inferiores. La importancia de estos enclaves gana enteros cuando entre la maleza se observa la existencia de helipuerto en las cercanías de los barracones. 


Helipuerto con la cima del Alto Rey al fondo



En pleno año 2024, todavía queda el escudo de la compañía confeccionado con piedra a modo ornamental. 


Escudo de transmisiones



Por desgracia, y al contrario que el símbolo, el resto del complejo no mantiene mucho de su estado original, y ha sido vandalizado hasta el extremo, impidiendo disfrutar del gran complejo de edificios que originariamente tenía. Ni siquiera las paredes o techos se han librado de estos hechos, ya que todos los materiales que los revestían se encuentran arrancados y esparcidos por el suelo.
Solo la parte más elevada del recinto se ha librado de ser destruida, ya que un moderno vallado defiende unas gigantescas antenas pertenecientes a compañías civiles privadas. 


Estado del interior de los edificios

Lo que permanece completamente intacto es el paisaje, así como sus impresionantes vistas. Si dirigimos nuestra mirada hacía el sur, podremos ver gran parte de la provincia guadalajareña. Si tenemos suerte y el día está despejado, en la línea del horizonte, los rascacielos de Madrid se vislumbran rodeados de esa tan típica boina suya mezcla de humos y contaminación. Si acudimos al lado norte del complejo, podremos ver casi toda la provincia soriana, muy cercana a la base. Por último, y si escudriñamos la vista noreste, aparecerá el implacable Moncayo aragonés, ubicado a más de 100 kilómetros de distancia. 



Vista sureste, dirección Guadalajara


Tan solo con este rápido análisis, comprendemos que las necesidades de los emisores y receptores de microondas no fueron instalados allí por azar, ya que se dominan centenares de kilómetros a la redonda sin esfuerzo. 
Desde 1999, este complejo, al igual que todos los que se construyeron con los mismos propósitos, han ido desapareciendo gradualmente, y los que quedan en pie, están sucumbiendo devorados por la naturaleza que los rodea. A veces, habría que plantearse si estas inversiones millonarias son rentables o cumplen con el papel asignado. Tal vez, el gasto en defensa sea una gran herida en los presupuestos de un país, ya que suelen ser proyectos completamente deficitarios que luego acaban enterrados en las páginas traseras de la historia. Es posible que la gestión del miedo y del odio al enemigo nos esté saliendo cara, además de sumir nuestro futuro en las dudas cuando hablamos de política internacional. Seguramente si ese dinero se usara en los intereses primarios del pueblo llano, la calidad de vida mejoraría, y no nos preocuparía tanto una posible amenaza exterior. En los últimos cien años, España solo se ha enfrentado a una gran guerra, y los factores externos no jugaron ningún papel relevante, por lo que las armas del ejército solo sirvieron para arremeter contra la población civil de este país. 
Quizá en este enclave no podamos arreglar el mundo, pero al menos tendremos unas vistas privilegiadas sobre él. 


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