martes, 30 de julio de 2019

Del cielo a Madrid: Faro de Moncloa

A veces, las grandes ciudades plantean muchas cuestiones técnicas al viajero. El miedo a dejarse "imprescindibles" sin visitar se ha ido diluyendo a medida que las guías y las redes han llenado sus páginas de información variopinta. Hoy en día, sin que el visitante haga tremendos esfuerzos de búsqueda y lectura, puede confeccionarse una ruta hecha a su medida sin moverse de su sofá.
A pesar de los grandes avances, el viaje a una gran ciudad siempre hace resurgir ciertos temores, sobre todo a la hora de la movilidad. Por suerte, la mayoría de ciudades cuentan con un excelente transporte público que facilita la rápida llegada a los lugares. Aunque todo son grandes ventajas hoy en día, las nuevas comodidades han mermado nuestros instintos de orientación, incluso han cambiado la forma de viajar, masificando determinados espacios y vaciando otros.
Parece cosa del pasado, pero hasta hace relativamente poco no existían los GPS en los vehículos, y mucho menos en los móviles. El mapa impreso en papel, que ha veces se acercaba a la escala 1:1 era la única referencia en el mejor de los casos. Aunque el gigantesco panfleto era de gran ayuda, el viajero siempre se orientaba basándose en edificios clave, montañas, ríos, etc.
Por "culpa" de la tecnología, parece que el visitante ha perdido ese instinto, esa necesidad de orientarse, puesto que cuenta con la seguridad de llevar un guía cibernético en su bolsillo.
Yo, amante de las nuevas tecnologías, apuesto por confiar en los servicios que éstas nos ofrecen, pero sin dejarnos "aborregar" continuamente. Debemos usar la manera tradicional de orientarnos y valernos por nosotros mismos, de caminar decididamente hacia nuestro destino sin vacilación, incluso preguntando a los naturales del lugar, acto que va diluyéndose y perdiéndose poco a poco.
La alternativa humana para simular al famoso satélite de Google es aprovechar la orografía de las ciudades y buscar sus puntos más altos para hacernos una idea de sus dimensiones y poder tomar puntos de referencia.
El Faro de Moncloa:

Vista general desde el suelo
Ubicado al Noroeste, en el barrio de Moncloa (como su propio nombre indica), se trata de una torre diseñada por Salvador Pérez Arroyo. Su finalidad inicial era la de ser un punto elevado para instalar antenas de comunicación, aunque hoy es más conocida por su rol turístico. 
Su construcción, diseñada en 1990 y realizada en 1992, no estuvo exenta de polémica, puesto que la torre se consideraba insegura a todos los efectos debido a la torpeza o negligencia en su diseño y construcción. Al poco de su inauguración, y siguiendo la tradición española de brillar con luz propia en los gazapos de sus edificios más megalómanos, tuvo que ser cerrada al público, debido a la caída de chapas y otros objetos que el fuerte aire había arrancado de cuajo. 
Los problemas continuaron cuando se revisó el plan de incendios tras el monumental siniestro que se originó en el edificio Windsor en 2005. Ante el peligro de una gran catástrofe en el Faro de Moncloa, este estuvo cerrado al público hasta 2009, cuando 5 millones de euros del erario público fueron destinados a la torre para que cumpliera los requisitos mínimos de seguridad. 
Como curiosidad, decir que la escalera que recorre el interior del edificio producía descargas de electricidad estática importantes, haciéndola muchas veces impracticable. 
La guinda del pastel llegó en 2016, cuando una chispa en la sala de máquinas de los ascensores que suben hasta la cúpula originó un incendio, llegando a cortar la aledaña A-6 por la caída de cascotes. A pesar de todo, el mirador fue desalojado con éxito sin tener que lamentar daños personales. 

Incendio de 2016. Fuente Alberto C
A estas alturas, más de uno estará pensando si la finalidad de esta entrada es recomendar o difamar este enclave madrileño. Desde mi punto de vista, un visitante tiene que conocer la historia (truculenta o no) de los lugares que visita.
Si dejamos de lado las caídas de cascotes, los incendios y demás "incidentes", la posición del faro es inmejorable. Con una altura de 110 metros, se sitúa en el top quince de edificios más altos de Madrid. Lamentablemente, la mayoría de esos edificios son privados, lo que hace casi imposible la visita a sus enormes azoteas. 
Evidentemente, el visitante no puede acceder a la cota 110, puesto que es la antena que prevalece sobre el mirador, por lo que la altura real es de 92 metros. Aproximadamente, sería como si el visitante subiera a un piso 30. Para poner la altura en contexto, la archiconocida "Torrespaña" tiene 232 metros, y la "Torre de cristal" del distrito financiero alcanza los 249 metros. 
No será el edificio más alto, ni el más seguro en caso de emergencia, ni siquiera será el más bonito, pero su visita merece la pena. 

Vista sureste, el Arco de la Concordia parece minúsculo

La entrada es muy asequible, y la subida al mirador se hace cómodamente a través de su rápido ascensor (92 metros en 50 segundos). El número de personas que pueden permanecer simultáneamente es limitado, lo que nos otorga un plus de tranquilidad para apreciar las vistas. 


Al situarse en un barrio periférico de la almendra madrileña, la inexistencia de obstáculos visuales nos permite ver incluso la sierra de Madrid. 

  
Para los foráneos, los mapas que ofrece el interior del mirador, permiten identificar todos los edificios visibles y contar parte de su historia. Como digo, una gran ciudad, es recomendable verla desde las alturas, y hacernos un mapa visual de dónde nos encontramos y fijar nuestros objetivos. 

El skyline de Madrid se vislumbra a lo lejos
Debido a las características de la ciudad, si planeamos nuestra visita al Faro de Moncloa, debemos de tener en cuenta las condiciones meteorológicas, y asumir que la contaminación enturbia un poco las vistas. 
Aunque una amplia zona de la plataforma está descubierta, está prohibido el acceso por motivos de seguridad, por lo que nos conformaremos con contemplar Madrid a través de las inmensas cristaleras que rodean todo el mirador. 

Detalle del Skyline y las torres Kio
En medio del mar de hormigón, las vistas nos ofrecen también paisajes naturales en la gran urbe, puesto que el faro se sitúa junto a la casa de campo, lo que nos permite ver ese difícil equilibrio entre la jungla de asfalto y los espacios verdes.

La lucha eterna entre naturaleza y humanidad
A pesar de los inconvenientes secundarios, recomiendo la visita al Faro de Moncloa, a poder ser, antes de visitar la ciudad y sus incontables puntos de interés.