viernes, 21 de febrero de 2025

Segóbriga: un mundo antiguo por descubrir.

Al sur de la provincia de Cuenca se alza el cerro de Cabeza de Griego, muy cerca de la población de Saelices. Este desconocido promontorio, que fue usado ya en la edad de hierro como castro defensivo, llamó la atención de varias civilizaciones a lo largo de la historia. Su localización privilegiada animó a sus moradores a construir y superponer varias urbes en el terreno. Este tipo de ciudades, orientadas a defender a las tribus locales, se planificaban siempre en alto para poder otear los horizontes y tener una posición ventajosa en caso de ataque enemigo. 

Con la romanización de la península, este enclave fue mejorado y reconstruido para adaptarse a los cánones que marcaba el imperio venido desde Italia. Así pues, sus ingenieros y nuevos moradores trabajaron en las estructuras de la nueva ciudad: Segóbriga. Esta conquista no fue pacífica, ya que se produjo tras una larga lucha entre romanos y celtíberos en el siglo II A.C. 

Basta con analizar un mapa de las ciudades romanas de la época para ser conscientes de la importancia de este paraje, ya que no hay más ciudades relevantes en un amplio margen a la redonda. Tal vez, por distancia, la ciudad principal más cercana sería Toletum (Toledo), la cual estaba separada por un centenar de kilómetros. En el año 80 A.C, Segóbriga alcanza un poder colosal, ya que es la responsable directa de los enormes territorios que se sitúan alrededor de esta. Este detalle provocó que la urbe alcanzara fama y riqueza a partes iguales, algo que se refleja en los objetos aparecidos en las excavaciones actuales. 

La decadencia de la ciudad comenzó en el siglo IV, fecha en la que datan los arqueólogos el abandono de sus edificios principales. En época visigoda, la ciudad recuperó cierto esplendor, pero este duro poco, ya que con la llegada de los árabes cayó completamente en el olvido. Segóbriga, fue destruyéndose poco a poco, hasta quedar completamente borrada del mapa.


Vista aérea de Segóbriga. Fuente: UCM

En el siglo XVIII la actividad vuelve al cerro Cabeza de Griego, y las excavaciones ponen de relieve la aparición de una catedral visigoda que llama la atención del resto de arqueólogos del país. A partir de ese momento, las campañas de trabajo se suceden, y poco a poco la ciudad reaparece de su abandono. 

Por desgracia, y como sucede en la mayoría de estructuras abandonadas, no son pocos los pueblos cercanos que utilizaron la vetusta ciudad como fuente inacabable de piedras y sillares, que se aprovecharían en la creación de nuevos edificios en otras ubicaciones. Esta "canibalización" es completamente normal, ya que es inútil desperdiciar fuerzas en extraer la roca de las canteras si ya permanece procesada y moldeada. 


Necrópolis


 Al entrar en el yacimiento, y muy cerca de donde se produjeron las primeras prospecciones arqueológicas, nos encontramos con una necrópolis en la que según los expertos, se pueden diferenciar varios tipos de ritos funerarios. Se intuye pues que fue utilizada tanto por romanos, como por los primitivos cristianos, y abarcó varios siglos en el tiempo. Todas estas tumbas antropomorfas se encontrarían fuera de los muros defensivos de la ciudad, y muy cerca de la calzada que unía Segóbriga con Toletum y Cartago Nova (Cartagena).

La urbe romana, como no podía ser de otra manera, contaba con un eficiente servicio de agua corriente gracias a un acueducto de varios kilómetros que aprovechaba las aguas de los manantiales cercanos. Este valioso elemento era transportado a través de una tubería de plomo hasta donde fuera necesaria. 


Restos del acueducto


A pesar de que nuestra imaginación evoca grandes estructuras cuando hablamos de acueductos, estos solían ser más prácticos que estéticos. Como podemos ver en la fotografía, no hacía falta una mega construcción para un propósito tan sencillo. A pesar de ello, el paso del tiempo y el robo del precioso metal, ha casi borrado del mapa la conducción de agua romana.

Una vez sobrepasados los restos del acueducto, podremos divisar ya uno de los puntos importantes del yacimiento: la catedral visigoda.


Catedral visigoda


A pesar de su evidente deterioro, se sabe a ciencia cierta que no fueron pocos los obispos de los siglos VI y VII que eligieron ese emplazamiento para su sepultura, lo que hace intuir a los investigadores que la catedral fue erigida sobre la tumba de algún cristiano con mucha importancia de la zona, aunque desconocen su identidad. 
Al igual que este edificio religioso, un enorme circo romano edificado en las cercanías ha quedado completamente absorbido por el paisaje, aunque los arqueólogos describen su ubicación exacta con precisión gracias a los restos encontrados. Aquí, se celebrarían carreras de caballos remolcando pesadas cuadrigas típicas de la época romana. 


Recreación del espacio del circo. Fuente: Segobriga.org


Tras rebasar la zona que ocupaba el desaparecido circo, el camino va elevándose hacia el cerro, y comienzan a divisarse las estructuras más reconocibles. Tras unos cientos de metros, nos encontraremos a las puertas de otro edificio dedicado al ocio: el anfiteatro. 
Por suerte para el visitante, el colosal monumento se encuentra parcialmente reconstruido, lo que permite hacerse una idea de su tamaño y forma original. 


Entrada al anfiteatro


Esta estructura, construida en torno al siglo I, estaba destinada a la lucha de gladiadores, que pugnaban en campeonatos por hacerse con la victoria. Al contrario de la imagen que el mundo del cine ha proyectado sobre este colectivo, es muy probable que fueran altamente valorados, y casi ningún combate acabara con heridas graves o muerte. De hecho, los que destacaban en el mundo de la lucha gozaban de estatus social, adquiriendo así numerosos privilegios negados a otras castas sociales. 

A día de hoy, se calcula que el anfiteatro tenía una capacidad de más de 5000 personas, una cifra nada desdeñable, aunque ridícula si lo comparamos con el coliseo de Roma, que está estimada en más de 60.000 espectadores. 


Anfiteatro 


Destaca el hecho de que todas estas estructuras estaban construidas fuera de las murallas, como si no perteneciesen a la ciudad. Tal vez, la cultura romana priorizaba la defensa de los edificios de viviendas y almacenaje de víveres, dejando las construcciones orientadas al ocio un poco más desprotegidas. Esto era un arma de doble filo, ya que si el enemigo conseguía penetrar en estos laberintos de piedra, le sería muy fácil atrincherarse en ellos. 
A pesar de todo, lo que podría ser un problema defensivo, fue un acierto económico, ya que parte del anfiteatro está asentado sobre la loma que protege la ciudad, adaptándose a sus forma, evitando el tener que construir gran parte de su cimentación. 
Otra infraestructura cercana, el teatro de Segóbriga, también se aprovechó de esta circunstancia, asentando su graderío sobre la loma ya presente. 


Teatro de Segóbriga


Como vemos en la imagen este escenario también se encuentra reconstruido. A pesar de que faltan muchas de sus columnas y decoraciones originales, se ha podido hacer una aproximación a su forma real. 



Graderío desde el escenario


A día de hoy, el recinto ha sido aprovechado para celebrar en él eventos y representaciones modernas, devolviéndole parte de su esplendor perdido. 
Como vemos, gran parte de los impuestos del imperio romano iban dedicados al entretenimiento, ya que se sufragaban enormes cantidades de dinero de la época en este ámbito. Tal vez, las grandes élites romanas aprendieron pronto que era una de las mejores maneras de sofocar rebeliones internas y forjar un espíritu de comunidad entre las clases pudientes. Era deber del gobierno mantener a estas castas satisfechas, ya que al fin y al cabo eran posiblemente las que más impuestos y dádivas ofrecían al imperio. 
Por desgracia para ellos, su civilización, una de las más avanzadas de la época, pareció crecer demasiado, y una crisis climática que truncó la agricultura y ganadería, en combinación con el caos político y las venganzas habituales en las esferas romanas, hicieron colapsar todo el sistema en el año 476. 

Posiblemente, parte de esos problemas y rencillas entre poderosos se fraguaron en otro de los puntos importantes de Segóbriga: el foro de la ciudad. 
Anexo al teatro, y separado de este por las murallas hoy casi desaparecidas, este espacio era el punto neurálgico de la urbe, donde se trataban las cuestiones más importantes y todos los ciudadanos desarrollaban su vida social. 
El acceso, que según los expertos se hacía bajo los muros de un enorme pórtico hoy desaparecido, daría paso a una explanada nivelada para adaptar el recinto al desnivel existente. 


Vista general del foro y parte de la ciudad


Como es de imaginar, el foro estaba rodeado de los edificios más prestigiosos de la urbe como la basílica romana, de la cual ya no queda apenas nada. La religión, muy presente en la antigua roma, tenía un lugar privilegiado en la vida pública de Segóbriga. 
Además, y dada la importancia de la ciudad en el ámbito de la agricultura y la ganadería, es de suponer que gran parte de la actividad comercial se desarrollase en esta ubicación, junto con las termas, situadas a no muchos metros de allí. 


Restos del foro y edificios anexos


Como se puede intuir, la zona estaría repleta de columnas y zonas porticadas, que resguardarían a los ciudadanos de las inclemencias meteorológicas. 
En dirección oeste, y finalizando los restos visibles de Segóbriga, se encuentra la Ermita de los Remedios, edificada en el siglo XVI sobre parte de los restos de las termas. 


Ermita sobre las termas


Como vemos, no es extraño que los lugares sean aprovechados por las civilizaciones posteriores, reutilizando las estructuras y los espacios una y otra vez. Por ello, el trabajo arqueológico es largo y tedioso, ya que tiene que ir desenterrando y analizando cada capa extraída de manera individual para confeccionar un marco global. De hecho, y a pesar de que Segóbriga no fue plenamente poblada en la época musulmana, han aparecido restos de fortalezas defensivas en su perímetro, confirmando así su presencia en la ciudad. 
Las sucesivas campañas arqueológicas venideras, irán descubriendo nuevas partes de la ciudad, ya que apenas se ha estudiado un pequeño porcentaje de ella. Por ejemplo, se desconoce en profundidad el número de habitantes que albergaba, aunque se pueden hacer estimaciones en base a sus infraestructuras. La realidad es que la zona residencial de Segóbriga permanece enterrada o arrasada, algo que solo el trabajo de los expertos podrá deducir. Mientras tanto, las administraciones pertinentes están centrando sus esfuerzos en la recreación moderna de los edificios romanos, como es el caso del criptopórtico del foro, un edificio techado en el cual se cree que se usaba como almacén administrativo. 


Criptopórtico del foro


Esta unión de esfuerzos entre la administración y los investigadores se está viendo reflejada en la creación de un museo arqueológico propio dedicado a Segóbriga, situado a la entrada del propio yacimiento. 
De hecho, su exposición continua permite hacernos una idea acerca de la vida de las civilizaciones que habitaron esta urbe, así como contemplar algunas de las piezas más valiosas encontradas en el yacimiento. 


Estatua encontrada en el foro


Este espacio expositivo quizá consiga pone en valor la antigua urbe de Segóbriga, denostada por otros yacimientos y ciudades romanas en España que acaparan la atención mayoritaria del público en general. A pesar de que ya vimos los encantos de Mérida en este blog, es posible que en España todavía queden enclaves muy poco conocidos que nos sumerjan en tiempos antiguos de los que aún queda mucho por descubrir. Como se puede apreciar en el pequeño museo a pie de yacimiento, el valor y la densidad de los hallazgos en este paraje conquense es similar o superior a otros que gozan de un reconocimiento mucho mayor. Como ya ha constatado el equipo de "Viajar o morir", el viaje a la ciudad conquense de Segóbriga no deja indiferente a nadie, y debiera ser un destino obligatorio para los amantes del historia y de la arqueología. 
 

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