jueves, 20 de febrero de 2025

Piedras fecundantes: la misteriosa conexión con la madre tierra.

 La provincia de Huesca esconde uno de los enigmas más poderosos y quizá menos conocidos de la relación de las antiguas civilizaciones con los elementos del paisaje que las rodeaban. 

En las llanuras calcáreas, no muy lejos de la capital, enormes afloramientos rocosos han quedado al descubierto, y han sido expuestos a los elementos. Estas enormes piedras, han sufrido el acoso incesante de los vientos, el agua y las bajas temperaturas, que han ido esculpiendo caprichosas formaciones en las grandes moles rocosas, dotándolas de auténticas pareidolias reconocibles desde la distancia. 

Estos afloramientos, han sido utilizados por el ser humano desde hace miles de años, aunque su propósito y utilidad es desconocido a ciencia cierta. Los investigadores locales han sugerido que estos enclaves eran utilizados con fines rituales orientados a la fertilidad. 

En los tiempos en los que los musulmanes vivían y progresaban en estas tierras, se sabe que estas rocas fueron utilizadas como puestos avanzados de vigilancia o atalayas naturales, ya que su elevación permitía obtener una vista privilegiada del entorno a gran distancia. Además, en caso de ataque directo, siempre disponían de la ventaja que proporciona una altura difícil de conquistar. Este hecho ha provocado que muchas de las piedras sean conocidas como "la de los moros", en clara alusión a esta época. 

Sin embargo, algunos historiadores remontan siglos, incluso milenios atrás esta datación, ya que dan por cierto que muchos habitantes del neolítico abandonaron sus cuevas y abrigos en la roca para asentarse en estos parajes, que ofrecían multitud de recursos al encontrarse en llanuras donde eran propicias la caza y la agricultura primitiva. Este argumento es reforzado con la presencia de multitud de cuevas prehistóricas con actividad humana demostrable no muy lejos de estos afloramientos rocosos. 

Sin embargo, en lo que todos los que han profundizado en el tema coinciden, es que estas piedras tienen una gran simbología relacionada con la fecundidad, y esbozan ideas de como podían utilizarse en las sociedades ancestrales. 


Peña Mujer (Velillas)


En el termino oscense de Velillas se encuentra una de esas grandes moles pétreas, conocida como "Peña Mujer", que según los expertos simboliza una mujer embarazada. Este enclave, que fue declarado BIC (Bien de Interés Cultural), ha suscitado siempre diversas teorías aún sin esclarecer. 

La tradición oral de los pueblos de la zona habla de que tanto las mujeres que deseaban quedarse embarazadas como las que ya lo estaban, acudían a la cercanía de la roca para rodearla varias veces mientras en voz baja susurraban oraciones desconocidas. Además, la zona está rodeada de encinas, árbol que se reproduce por las famosas bellotas, y que está asociado a la fertilidad. 

Probablemente, las oraciones sustituyeron a algún tipo de rito pagano, y quién sabe si el paganismo fue el sustituto de algún rito prehistórico. Estos actos serían acompañados de ofrendas, ya que en la zona se han encontrado diversos restos de cerámica, que probablemente contuvieran algún tipo de dádiva en forma de alimento.  

En dirección sur, a unos 20 kilómetros en línea recta, nos encontramos en la población de Tramaced con otro gran afloramiento rocoso en el que podemos encontrar diferentes formas pétreas que han sido modificadas en algunos casos por la intervención humana. 


Peña Lucía (Tramaced)


Según Manuel Benito, el primer investigador moderno que puso sus ojos en este tipo de complejos, la Peña Lucía de Tramaced es la que tiene unos procesos más elaborados y complejos en su interior, ya que sus entrañas se encuentran parcialmente excavadas por la mano del hombre. De hecho, solo con observar su exterior, se pueden reconocer distintas formas y acciones horadadas con herramientas primitivas.


Exterior de la Peña Lucía


Es el propio camino lógico y natural el que nos invita a rodear la peña en una dirección concreta, cuando un enorme agujero nos sugiere la posibilidad de adentrarnos en el interior de la mole pétrea. Allí, y aprovechando los materiales más débiles, nos encontraremos con una serie de estrechos conductos que nos llevan hasta una pequeña sala, donde se presupone que se llevaba a cabo algún tipo de ritual. 


Entrada


En un momento dado, el laberíntico pasillo nos ofrece una salida al exterior, pero esta vez la escapatoria da a la parte alta del conjunto pétreo. Este itinerario no estaba hecho al azar, ya que se supone que nuestro cuerpo "entra" de nuevo en el vientre materno para volver a salir al exterior. Esto implica un concepto místico muy venerado, como es el "renacimiento". Este volver a nacer, nos haría reconectar con la naturaleza, adquiriendo sus grandes poderes y su simbolismo. 


Orificio de salida


Este tipo de ritos y creencias ha desaparecido casi en su totalidad, ya que las sucesivas religiones se han ido imponiendo, a veces integrándolos en sus propias liturgias, pero siempre asociándolos a imágenes celestiales. Este "reaprovechamiento" ha ido borrando los orígenes de la tradición, haciendo casi imposible su comprensión desde una perspectiva moderna. 

A escasos metros de la piedra del "renacimiento", nos encontramos con su propia antítesis, ya que en lo alto de otra de las achatadas rocas podemos ver un cementerio antropomórfico de origen medieval. 


Tumbas talladas en la roca


Este enclave no parece elegido al azar, y tal vez en la edad media quisieran asociar la muerte con la vida dando a entender que forman parte del mismo círculo natural. Sea como fuere, en un solitario afloramiento rocoso rodeado de campos de cultivo, podemos ver una gran cantidad de ritos conviviendo en un espacio reducido. 

En tercer lugar, y no por ello menos importante, nos desplazaremos hasta una de las más  conocidas, situada en las cercanías de la población de Ayera. Esta roca, conocida como "Piedra de los Moros", es quizá la piedra fecundante más estudiada y analizada. Numerosos han sido los investigadores e historiadores que han desplegado sus teorías sobre el paraje, aunque no siempre concuerdan plenamente. 

Como hemos visto anteriormente en la ya mencionada Peña Lucía, las carrascas nos dan la bienvenida al lugar, siendo estas un claro ejemplo de fecundidad, debido a su reproducción por bellotas. Por si fuera poco, y tras recorrer un sinuosos sendero entre bosques y campos de cultivo, una gran piedra en forma de falo masculino nos da la bienvenida. 


Falo de piedra


 

En este enclave, lo masculino y lo femenino están continuamente representados en un magnifico y elaborado puzzle tallado en la roca. 

A pesar de no conocer muy bien este juego ceremonial, parece que las niñas que estaban a punto de tener su primera menstruación, o que ya la habían tenido, eran acompañadas a las piedras, y tras recorrer una serie de cavidades, inauguraban su nueva etapa vital. Este concepto, reforzado además con la creencia de que una curandera que vivía en el complejo pétreo las acompañaba en todo momento, nos puede hacer volar la imaginación de una forma colosal. 


Cueva iniciática


Muchos de estos orificios horadados en la roca son de origen humano, y están alineados con los equinoccios de primavera y otoño. Esto hace que la salida del sol proyecte sus primeros rayos sobre el falo, y parte de la sombra apunte hacia alguna de estas cuevas. Este claro simbolismo no puede ser de ninguna manera casual, y refrenda la idea de que estamos ante un conjunto ceremonial con un mecanismo complejo. 

Además, estas moles de piedra están dispuestas casi en línea recta, como una dorsal pétrea que emerge de la tierra, y cada una de estas partes se utilizaría con un fin distinto aunque integrado en el mismo ritual. 


Acceso a las Cías


El último gran peñón, conocido como el conjunto de las Cías (o silos de grano) es el más grande y llamativo de todos, puesto que su visión desde el aire resulta plenamente sorprendente.


Las Cías a vista de dron. Fuente: Pinterest


Esta gran mole, a la que se accede mediante una rampa excavada en la propia roca, está plagada de orificios en su parte alta similares a los antiguos silos o aljibes. En uno de sus extremos permanecen unas extrañas siluetas en forma de pisada humana. Según cuenta la leyenda, un rey moro afincado en el pueblo cercano de Santa Eulalia, encerró a su hija en una torre (posiblemente una atalaya que ha llegado hasta nuestros días). El motivo del castigo se debía a que la mujer no quería casarse con el pretendiente que su padre había elegido para ella. En un momento dado, la joven saltó desde su torre para aterrizar en la gran mole de piedra, dejando por siempre la huella de su huida. 


Huella de la princesa


Dejando a un lado esta leyenda, toda la superficie rocosa se encuentra completamente perforada por agujeros artificiales, en los que la mayoría de historiadores concuerdan en que se depositaba el grano para aprovechar los beneficios mágicos de la piedra y asegurarse una excelente cosecha. Aun así, otros investigadores difieren y aseveran que las cavidades están unidas entre sí, y que formarían parte de un ritual desconocido de fertilidad, donde las adolescentes serían también acompañadas por la curandera que custodiaba el enclave. 


Los enormes agujeros horadados


Sea como fuere, el esfuerzo de haber excavado toda la superficie tuvo que ser brutal, y sus creadores parecían tener muy claro el objetivo que querían lograr. El resultado es que la roca ha quedado completamente "tiroteada" por la acción humana. 

En el extremo opuesto a donde se encuentra la rampa de acceso y las "huellas" de la leyenda, parece que las cuevas rituales vuelven a tener protagonismo, y se nos presentan en la actualidad bajo un serio peligro de derrumbe, ya que la roca principal se está desgajando debido a la erosión. 


Cueva ritual


A lo largo y ancho del enclave ceremonial, se encuentran pequeños rebajes con forma de cuenco, más conocidos como "cazoletas", donde supuestamente se depositaban las ofrendas. También eran las encargadas de recoger el agua de la lluvia, aunque se desconoce el papel del agua en los ritos que allí se llevaban a cabo. Es de suponer, que el líquido elemento era otro de los grandes poderes de la madre tierra y fuente de vida, por lo que está presente en muchos de los enclaves rituales de la humanidad.


Roca con relieve de mujer


En el punto más extremo de la Piedra de los Moros se halla uno de los detalles más interesantes del conjunto. En la última zona de pequeñas cuevas entrelazadas, existe una figura antropomorfa de una mujer delineada sobre la roca. Estos trazos, de los cuales se desconoce su época y su objetivo, parecen representar a unos senos femeninos combinados con unos testículos masculinos. 


Detalle de los trazos


Probablemente, y por desgracia para nosotros, la Piedra de los Moros y el resto de piedras fecundantes escondan multitud de secretos que con toda seguridad nunca descubriremos. A día de hoy, solo un reducido grupo de mujeres, cautivadas por los relatos antiguos y la unión con la madre naturaleza siguen acudiendo a estos parajes en fechas señaladas. Tal vez, el acelerado mundo global ya se encuentra completamente desvinculado del entorno que nos cobija. 

En nuestro afán por combinar y mejorar la comodidad y la economía, nos hemos desenraizado de la madre tierra y todo lo que provenga de ella. Sin piedad, hemos tratado de someter las leyes naturales, y tan solo en forma de catástrofe extrema volvemos a ser conscientes de que hay fuerzas poderosas que somos incapaces de controlar. El exterminio constante de especies, tanto naturales como botánicas, posiblemente nos depare una gran sorpresa de la que no llegamos a vislumbrar las consecuencias. Tal vez, solo tal vez, si nos consideráramos más humildes y conectados con nuestro entorno, aprenderíamos valiosas lecciones que garantizarían nuestra supervivencia en un mundo que no es nuestro y en el que tarde o temprano desapareceremos (y en el que no habremos causado una buena impresión).  

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