lunes, 9 de octubre de 2017

Campo de concentración de Gurs (Francia)

El tranquilo pueblo de Gurs,en el Bearn francés, rodeado de campos de cultivo y bosques guarda un oscuro secreto que hasta los últimos veinte años han tratado de ocultar, tapar o disimular. La escasa señalización de este emplazamiento hace constar que no es el orgullo del pueblo, de la comarca, ni siquiera del país galo. 
En esta pequeña localidad, se vivió una de las peores pesadillas derivadas del conflicto mundial que se vivió a nivel mundial. 
Tras la conquista de Cataluña por el frente nacional, muchos guerrilleros, librepensadores o simples ciudadanos aterrados trataron de huir a Francia cruzando la frontera vasca o la catalana. El gobierno Francés, se dejó influir por el discurso del miedo y la única solución al problema de la inmigración masiva fue "aislar al inmigrante". Los locales, difamaron y propagaron el rumor de una fuerza incontenida y radical presente en los ya castigados cuerpos de los exiliados españoles. 
El campo fue levantado a finales de 1939. Dada su extensión lo convertía en uno de los principales campos de Francia. En un primer momento, su intención mal disimulada fue la de "campo de refugiados", en su mayoría vascos, dada su proximidad a este territorio. Pero en 1940, con España sumida en el caos y la guerra represiva y la II Guerra mundial presionando a media Europa ya fue reconocido como campo de concentración.
Casi 30 hectáreas de explanada, convertida en un barrizal casi permanente, llego a albergar a 60.000 personas. 



El campamento improvisado, disponía de instalaciones precarias, caminos en penoso estado y una falta de higiene absoluta. Las enfermedades, los piojos,garrapatas y otros ácaros diezmaban la salubridad de los forzosos habitantes de este gran esperpéntico "zoo humano".
La llegada de los refugiados, en su mayoría mujeres, se realizaba a bordo de convoyes militares. El gobierno del general Vichy, presionado por alemanes y españoles, sobrepaso la capacidad del campo de concentración, lo que agravó una situación ya de por sí penosa. 


Las nacionalidades del campo fueron numerosas, destacando la población judía llegada de Alemania y otros países del norte de Europa y española. 
Los presos, abandonados casi por completo a su suerte, recibían el apoyo de franceses solidarios que se acercaban a las alambradas del campo para proveerles de pasta de dientes, cuchillas de afeitar y, rara vez, alguna onza de chocolate.
La comida del campo, como se puede imaginar, consistía en caldos y pan duro, ideados para combatir el frío (ya que apenas tenían ropa), además de ser un remedio muy barato para alimentar a miles de personas.
Si la situación de estancia en el campo era cruel para los allí presentes, peor destino tenían los que cada semana eran llamados por su nombre y apellido y subidos casi a la fuerza a los numerosos camiones militares que llegaban al campo. Su destino, Mauthasen y Auschwitz, donde eran fatalmente asesinados por el régimen nazi y sus aliados. 
Los presos de Gurs, también fallecían en el campo, por circunstancias de la edad, la mala alimentación y el cúmulo de despropositos, se calcula que las muertes (reconocidas) en el campo, rondaban las 2000. Debido a este problema, la cúpula que dirigía el campo construyó un cementerio anexo al campo, donde los malogrados prisioneros eran enterrados sin grandes ceremonias. A pesar de que la edad de los fallecidos rondaba la cincuentena, muchos recién nacidos, engendrados en el propio campo, perdieron allí la vida.



Cuando el campo fue clausurado al terminar la Segunda Guerra Mundial, el destino de los prisioneros quedó en el aire. A los presos Españoles se les invitó a volver a España, garantizando su seguridad a base de falsa propaganda sobre las virtudes del nuevo régimen que controlaba la totalidad de las regiones. Todos los presos y presas renunciaron a esa posibilidad, por lo que el gobierno francés tomó partido usando a los presos como refuerzo a sus fuerzas militares o para cubrir las tareas de producción que los militares habían dejado en el país galo. 
El último "regalo" del régimen francés fue devastar el campo, plantar arboles y crear campos de cultivo para enterrar con naturaleza lo que el odio había creado.


GURS en la actualidad: 
Del campo original no queda prácticamente nada, salvo el cementerio, una vía de tren, y una caseta de una de las almas generosas que ayudó a paliar las necesidades de la población reclusa. "Elsbeth Kasser", una voluntaria médica que dejó huella en el campo de Gurs y así se le fue reconocido.



Gracias al esfuerzo de numerosas asociaciones de particulares, francesas, judías y españolas, la memoría volvió a ser redescubierta en los años 80. Lidiando con la naturaleza y los campos de cultivo poco a poco se creo un espacio de recuerdo con la intención de no volver a repetir los mismos errores del pasado.

Fachada del centro de visitantes

En el centro de visitantes se pueden contemplar vídeos explicativos en varios idiomas, dibujos hechos en el propio campo por los presos y varias fotografías de aquella época. 

Sobrecogedora imagen de la vía y las alambradas a la entrada del complejo





La ruta se realiza a través de paneles informativos que recorren el cementerio, las "islas" (zonas de barracones) y otras instalaciones en las que el visitante puede imaginar la dureza del día a día, a pesar de que hoy parece un lugar idílico cuando no se conoce su historia.
Una de las zonas más impresionantes es el cementerio. En él, se entremezclan los combatientes republicanos españoles, los gudaris vascos y las víctimas de las distintas nacionalidades. Resaltan las tumbas de personas judías, puesto que su particular manera de homenajear a los muertos colocando piedras sobre ellas las distingue a simple vista de las del resto de creencias. 
Entrada al cementerio

Vista parcial del cementerio
Dentro del cementerio, se observan las tradicionales cintas republicanas españolas. Todos los años, distintas organizaciones visitan el recinto para homenajear a las victimas de la barbarie nacionalista.


En el cementerio, cabe destacar los monumentos de homenaje, tanto republicanos como judios.

Lista de fallecidos y su ubicación

Como es de esperar, el tamaño del cementerio es enorme, y te asalta la duda de si no fueron muchos más los que fueron escondidos en otras partes del recinto y desaparecieron sin dejar rastro alguno. 

Este bebé no conoció jamás la libertad

Una vez visitado el cementerio, conviene recomendar seguir los caminos señalados para ver las escasas infraestructuras que quedan en la zona del campo, aunque solo sea para imaginar sus grandes dimensiones. 

Casa de Elsbeth Kasser
La reconstrucción de un barracón y las arcadas de entrada de otros nos hacen imaginar el hacinamiento al que se vieron sometidos los prisioneros de Gurs. 

Reconstrucción de un barracón

Interior del barracón
A pesar de que un inmenso robledal cubre el paisaje, no debemos jamás olvidar la crueldad a la que el ser humano está dispuesta a llegar para conseguir sus objetivos. Es de obligatoria visita, sobre todo para los más pequeños, para que tomen en conciencia la historia que se vivió, la historia que se vive, y la historia que se vivirá si no la recordamos. 





















No hay comentarios:

Publicar un comentario