-Pero, ¿un arco?
-Sí, un arco.
-¿Y no tiene nada más cerca?
-No. Solo es un arco.
Esta debe ser la conversación más repetida entre los viajeros cuando toman la decisión de visitar el arco de San Miguel de Mazarreros en la provincia de Burgos. Tal vez, su cercanía a la autovía que conecta la capital burgalesa con León hace que cueste poco "perder" unos minutos hasta esta curiosa ubicación.
Tras atravesar la localidad de Sasamón, hay que encaminarse por carreteras comarcales, entre campos de cultivo y naves destinadas a la agricultura. Tras unos instantes comenzaremos a vislumbrar los restos en cuestión.
Y así, en mitad de la nada, aparece esta parte de lo que en su día fue la iglesia de San Miguel de Mazarreros, erigida en el siglo XII, de la cual solo queda su pórtico, extrañamente intacto. Según los expertos, se trata de un monumento de construcción tardorrománica, y presidia la villa con el mismo nombre ya desaparecida. Por motivos que se desconocen, tanto la iglesia como la aldea fueron abandonados, y sus habitantes se desplazaron a la cercana población de Sasamón. El paso del tiempo, y el imparable hacer de la naturaleza, borraron cualquier resto de vidas pasadas, conservando caprichosamente esta ínfima parte de lo que un día fue un poblado habitado.
Por motivos que se escapan a mi comprensión, este enclave desarrolla en el visitante sensaciones palpables, sin saber muy bien el origen de estas. La tranquilidad del lugar, y la estructura que desafía en soledad el paso del tiempo, lo convierten en un paraje inolvidable, a la par que evocador. Por este motivo, no son pocos los que se acercan a contemplarlo, y muchos de ellos lo hacen acompañado de su cámara fotográfica, ya que el escenario se presta a ello.
-Merecía la pena el arco, ¿eh?
-La verdad es que es impresionante. Ha merecido la pena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario