En esta entrada, quiero dar a conocer uno de los mayores depredadores existentes en el mundo. Tan voraz, cruel y vil, que ha dejado tras de sí un reguero de caos y destrucción muy difícil de reparar a lo largo y ancho del planeta. Esta primitiva raza, es sin duda, la más conocida: el Homo sapiens.
Desde tiempos inmemoriales, casi desde su aparición, este bípedo con aspecto de poco astuto, ha evolucionado a base de aprovecharse de los recursos de la madre naturaleza y todo lo que ésta había puesto a su disposición. Tal vez, en los inicios de este singular ser, la codicia no estaba ni mucho menos entre sus prioridades, obteniendo el justo alimento para sobrevivir, y usando el resto de los animales capturados para vestimenta y otros utensilios básicos pero eficientes. Pero con el paso del tiempo, la conciencia del ser humano se fue transformando poco a poco en casi locura, empeñado en avanzar a pasos agigantados, adelantándose quizá a su propio raciocinio. Resulta paradójico que las poblaciones con menos "progreso" son las menos dañinas para el entorno. La sobreexplotación, la caza indiscriminada, o la destrucción del ecosistema, ha desequilibrado el mundo conocido. El ser humano parece obsesionado en dirigir el planeta con mano de hierro. Por supuesto, no todas las especies han desaparecido "gracias" al Homo sapiens, los cambios bruscos de clima y las plagas y enfermedades propias de los animales, acabaron con numerosas especies vagamente adaptadas.
Aun así, puede que el remedio y el único consuelo sea, que piedra a piedra, con paso seguro e inexorable, la especie dominante tenga los días contados y algo nos borre rápidamente para que la tierra pueda seguir su camino alrededor del sol regenerándose en paz sin nosotros.
A pesar de esta visión negativista, distintas asociaciones y colectivos, al igual que sujetos particulares, luchan (posiblemente en vano pero con ilusión) por revertir esta situación. Al contrario de lo que pueda parecer, la des-extinción de ciertos animales, cada día está más cerca.
No, esto no es tan "sencillo" como narran las películas de ciencia ficción como "Jurassic Park" o la clonación de la malparada oveja "Dolly". La realidad es que es totalmente imposible a día de hoy devolver a la vida especies ya destruidas y desaparecidas. Aunque, como en todas las historias, siempre hay algo que se puede lograr, y este es el ejemplo del Bisonte Europeo.
El Bisonte Europeo era una especie de bóvido, que recorría los bosques del continente desde hace casi un millón de años. Probablemente, fuera el mamífero más grande debido a la ausencia del Mamut en estas latitudes. Las manadas de estos animales fueron poblando todas las superficies boscosas de una manera pacífica y tranquila.
Pero algo se torció...
Con la llegada de los colonizadores a la parte norte de América, la caza se convirtió en una afición, y el animal preferido para abatir era sin duda el gran mamífero de las praderas. Con su caza llegó el negocio, y con el negocio, todo tipo de desmanes que acabaron por menguar la especie reduciéndola a su mínima expresión. Muchos de los bisontes eran descuartizados y aprovechados, mientras que otros acabarían descomponiéndose a lo largo y ancho del continente. Según algunas voces, no solo la caza diezmó a los bisontes americanos, sino que las enfermedades propias del ganado doméstico y estabulado contribuyeron a poner contra las cuerdas a la entonces enorme población de bisonte.
Como muestra una elocuente imagen rescatada de una publicación americana, los cráneos se apilaban hasta formar verdaderas montañas óseas. Muchos de esos restos, eran molidos para la elaboración de abonos y otros compuestos.
Cuentan las crónicas de la época, que los cazadores montaban en los trenes a vapor y disparaban aleatoriamente a "todo lo que se movía", lo que dejaba un rastro de animales muertos y heridos, abandonados en lamentable estado a su suerte. El resultado: los ejemplares vivos pasaron de contarse a millones, hasta las escasas mil unidades que se contabilizaban en 1880. Gracias a los cambios en los hábitos y las legislaciones proteccionistas, no se llegó a la definitiva extinción de la especie.
El bisonte europeo, hermano del americano, aunque distinto en morfología y carácter, corrió la misma suerte en el viejo continente. La caza, la roturación de sus espacios naturales y las enfermedades le hicieron prácticamente desaparecer de los bosques. De hecho, en la Primera Guerra Mundial, la especie sufrió otro varapalo al servir de alimento a los refugiados y desplazados por la guerra, quedando únicamente animales en zoológicos. El ciclo del bisonte europeo en libertad había terminado, pero no para siempre.
En la actualidad, en el entorno de la montaña palentina, varios terrenos albergan ejemplares destinados a la procreación y recuperación de la especie. Se trata de la Reserva del Bisonte Europeo de San Cebrián de Mudá.
La reserva, llamada Bison Bonasus, en relación con el nombre de la especie, ha habilitado cientos de hectáreas para la divulgación y conservación de estos grandiosos animales. Para visitar la zona, solo hace falta reservar plaza en una de las distintas opciones de las excursiones y paseos ofertados, en las que se conoce los a los animales que pueblan el parque.
Todas las opciones parten de un centro de visitantes, donde los paneles y vídeos ilustran la realidad pasada y presente de la especie, así como los trabajos que se realizan dentro de los cercados y las instalaciones para su conservación. Una vez terminado el tour didáctico, la visita se puede realizar a pie, en bicicleta eléctrica o en todoterreno, lo que facilita las posibilidades de cada persona para escoger la que mejor se adapte a sus objetivos.
El carácter del bisonte europeo es pacífico, con luchas ocasionales entre ellos para defender su espacio, su comida, o su futura procreación. Pero también es un animal muy territorial, por lo que si alguien decide traspasar la cerca, correrá un serio peligro de ataque en una lucha desigual, en la que el Homo sapiens esta vez será el objetivo a abatir. Esto es algo que no debemos olvidar, puesto que a simple vista pueden parecer animales excesivamente tranquilos, y el subconsciente nos puede traicionar haciéndonos bajar la guardia. La frase "parecen vacas" es tan recurrente como errónea, algo que los guías se esfuerzan en recordar.
La realidad es que la reserva de bisonte europeo funciona en cuanto a cría de nuevos ejemplares se refiere, pero se enfrenta a un problemas gravísimo que padece la especie europea: la consanguinidad.
Debido al minúsculo numero de ejemplares, el abanico genético es casi nulo. Toda la variabilidad genética se apoya en doce ejemplares que pertenecen a dos líneas de cría que no se pueden mezclar, por lo que la tarea de cruzarlos correctamente sin caer en la endogamia provoca un quebradero de cabeza para los parques. Los genes de parientes cercanos provocan alteraciones como la esterilidad de los nuevos miembros, por lo que es complicado obtener ejemplares sanos y viables.
Para evitar este galimatías genético, los distintos grupos poblacionales que posee la reserva no son uniformes, en ellas cohabitan ejemplares de distintas edades y sexo, y son intercambiados con individuos de otras manadas para facilitar el emparejamiento y evitar problemas territoriales entre los machos dominantes. Para asegurar la viabilidad, es frecuente que las reservas intercambien ejemplares lo más alejados en cuanto a parentesco se refiere. El centro "Paleolítico Vivo", ubicado en la localidad de Salgüero de Juarros (Burgos), colabora con éste y otros centros en la variabilidad genética. Además, se trata de entablar colaboraciones con otros centros de toda Europa en pro de aumentar el abanico de posibilidades.
El futuro de los bisontes no podría catalogarse como asegurado, puesto que son pocos los intereses que ha despertado en la comunidad internacional. De hecho, algunos paleontólogos y expertos en la materia tachan al Bison Bonasus de "especie exótica", restándole cualquier viabilidad y criticando su introducción en la península ibérica.
Comúnmente, todos asociamos al bisonte a enclaves importantes como la cueva de Altamira o el Yacimiento de Atapuerca. Las pinturas de las distintas etapas prehistóricas muestran sin duda la presencia de estos cuadrúpedos en la vida cotidiana. El problema no está en debatir si hubo o no hubo bisontes en la prehistoria ibérica, sino en determinar la especie. La ciencia afirma que el bisonte de estepa (Bison Priscus) era el que reinaba en la zona, por lo que el "bonasus" nunca estuvo aquí. Por desgracia, el Bison Priscus se extinguió completamente en la península hace 12000 años, y en el mundo hace 6000.
Estos animales, tampoco despiertan pasiones en el mundo ecologista, que alega que las necesidades de esta especie pueden actuar en detrimento de otras. Uno de los argumentos es su elevado peso, que conlleva a una destrucción de madrigueras como la del conejo, presa de otro animal en peligro de extinción: el lince ibérico. También añaden que este gran peso se consigue a través de una excesiva ingesta de plantas y arbustos, y una sobreexplotación de los recursos hídricos. Aunque esta gran voracidad por los vegetales sería un punto positivo a la hora de mantener limpias las masas forestales ayudando por tanto en la prevención de incendios.
Según parece, la controversia está servida, puesto que los bandos ecologistas y el mundo paleontológico tratan de frenar la expansión del bisonte, impidiendo que se le reconozca la categoría de especie protegida. Estas polémicas, desgraciadamente, ocurren con más frecuencia de lo que nos podemos imaginar.
Pero en San Cebrián de Mudá, no todo son bisontes. En la zona, también están entregados en cuerpo y alma a la recuperación de caballos originarios de la zona: el caballo Losino. Este equino presume de ser la única raza puramente Castellano Leonesa, con su imponente altura y sus colores oscuros.
Al igual que los bisontes, estos espectaculares cuadrúpedos también acuden a recibir al visitante, en busca de los pellets de comida que proporciona la reserva. Aunque pertenezcan a un grupo más frecuente, siempre es plato de buen gusto ver a estas especies en plena naturaleza. Además, con más de 100 hectáreas, los bisontes y caballos disfrutan de una vida plena y satisfactoria.
Los "Losinos" no son los únicos equinos que se trata de proteger y mantener en la reserva, los famosos caballos de Przewalski, que son según la ciencia la única especie no domesticada de equino, han sido también introducidos con el fin de que aumenten en número. Este caballo de nombre casi impronunciable está emparentado con el "Tarpán", otro pariente euroasiático de la especie no domesticado, extinto en el siglo XIX.
Los ejemplares de Przewalski, parece que puedan estar en el buen camino de recuperarse, ya que existen manadas libres que están colonizando bosques del este europeo, incluyendo los alrededores de la central nuclear de Chernobyl, abandonada tras un fatídico accidente en 1986 (lee más aquí sobre el viaje a esa central incluido en este blog)
Como curiosidad, cabe destacar que en el hermanado parque burgalés Paleolítico Vivo antes mencionado, otra nueva especie está progresando sostenida por el arduo trabajo de la dirección de dicho parque: El Uro (Bos Primigenius), aunque simplemente es una imitación a base de combinar genes de razas similares. A pesar de ser un "puzzle" de cruces, el resultado es asombrosamente similar.
Como cierre, simplemente agradecer estas iniciativas por preservar razas tan acorraladas por el fantasma de la extinción a las asociaciones ya mencionadas, y recomendar al viajero que haga una parada en el camino en tan singular enclave. San Cebrián de Mudá, su entorno, su montaña Palentina, y su reserva, bien merecen ser visitados.
Acceso a la web de la reserva Bison Bonasus
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