El río Irati ha ido sesgando las rocas circundantes a lo largo de milenios, convirtiendo el paisaje en una enorme garganta labrada en la piedra.
Rio Irati en su descenso por la Foz |
El aparentemente inofensivo río Irati se desplaza suavemente por el fondo del barranco, rodeado de vegetación y de fauna.
Para nuestra suerte, los 1300 metros más escarpados de esta garganta se pueden hacer a pie, por una vía apta para todos los públicos, contando incluso con un parking a la entrada del recorrido.
Este espacio está catalogado como parque natural, y no es para menos, puesto que su riqueza naturística es muy elevada.
El sendero, en ocasiones horadado en la montaña, nos acerca al extremo más estrecho de Lumbier, en el que apenas 20 metros separan una pared de la otra.
Túnel horadado en la roca |
Si no contamos con la suerte de verlos posados sobre las rocas, seguro que podremos contemplarlos volando sobre nuestras cabezas en busca de carroña para alimentarse.
Toda la ruta se encuentra perfectamente señalizada, incluso han habilitado caminos más o menos agrestes para poder tocar el agua del Irati, que baja fresca durante todo el año. Aguas arriba, este río nace de las confluencias del Urtxuria y Ulbeltza, lo que da nombre a la selva que rodea su nacimiento, y que es uno de los lugares con más belleza de toda la comunidad foral: La Selva de Irati.
Esta garganta cuenta con su leyenda particular. Un puente, levantado en el siglo XVI, que ahora se encuentra en estado de ruina, es el protagonista de un extraño pacto entre una jóven y el diablo. Según cuentan las malas lenguas, Clisatela, una humilde sirvienta de una dama acaudalada, tenía que cruzar el río Irati sin barca para buscar aguas medicinales para su señora que se encontraba enferma. La corriente era muy fuerte y ya caía la noche sobre la zona, así que la joven comenzó a desesperar. En un momento dado, el diablo se le apareció, y le prometió construir un puente a cambio de su alma. En su contrato verbal, el puente debía de estar construido antes del amanecer, pero el diablo se retrasó en la construcción. A primera hora de la mañana, el diablo mostró a la joven el puente construido, pero se salvó de entregar su alma, por lo que la doncella rebautizó el puente como "Puente de Jesús".
Aunque la historia es digna de contar, la realidad es que los ingenieros que lo construyeron, lo bautizaron así debido a la complejidad orográfica del terreno, y a los quebraderos de cabeza que tuvieron que soportar para levantarlo. Finalmente, tras 200 años de uso, en torno al año 1810, es demolido por las tropas francesas por motivos estratégicos.
Restos del Puente del Diablo |
Esta zona, es probablemente la más estrecha de todo el cañon. Sus elevadas paredes verticales, la flora, y el color del agua crean una estampa asombrosa como despedida.
A escasos metros de la autovía, y en línea con la salida del río, tenemos la Villa Romana de Liédena, a la que merece la pena acercarse dada su cercanía.
Aunque, como es evidente, ya queda poco del complejo antiguo, podremos observar las delimitaciones de las construcciones y otra vista más alejada de la Foz de Lumbier.
Villa Romana de Liédena con la Foz de Lumbier de fondo |
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